Officium Veneris - Telecable

quien pueda con esos dos, ¿me hacéis un hueco?”; y se acostó al
lado de Sofía, que ya dormitaba. Los dos nos volcamos sobre la
pequeña marmota. Mi mano y la de Rosa se acariciaron sobre la
cadera de Sofía. —“Buenas noches”. —“Buenas noches”.
Amaneció un día nublado. Mientras desayunábamos en la cocina,
decidimos, a sugerencia mía, dedicar el día al mar y el pescado,
ya que ayer había sido día de carne. Todos estuvieron de
acuerdo, y en dos coches nos acercamos a G. Allí dimos un largo
paseo a la orilla del mar. Hacía frío, y recuerdo que hablábamos de
las entrañables fiestas que se nos vienen encima. Hacíamos planes,
con la idea de estar todos juntos el mayor tiempo posible;
Sofía y yo paseábamos abrazados. A Joaquín se le ocurrió llamar
por teléfono a Sebas, y quedamos con él en una cafetería.
Nuestro anarquizante y misántropo amigo estaba como siempre.
Escribe un libro sobre el puerto de G. y parece ser que tiene
mucho trabajo. Al menos esa fue la disculpa que puso para no venir
con nosotros a comer a L.; no obstante, Joaquín y yo comentamos
que probablemente le cohibían las mujeres. Quedamos de
llamarnos.
El resto del día transcurrió agradablemente. Hemos decidido
hacer una cena en mi casa para celebrar el solsticio de invierno.
Todos estamos libres ese día.
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