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En el siglo de la fragmentación racional del discurso racional,<br />
la pornografía es un desafío teórico de una increíble hermosura.<br />
¿Quién es el otro que nos regala el placer cuando el placer nos<br />
llega impreso en un papel o codificado en una cinta magnética?<br />
¿Irrupción de la materia inanimada que nos hace descubrir la materia<br />
inanimada que somos? El paisaje del otro es mi propio paisaje<br />
cuando me regala su desnudez; así es desde siempre,<br />
arquetípicamente. ¿Quién es entonces ese otro que es yo, pero no<br />
está? ¿Quién soy yo después de esa experiencia? ¿Y quién es el<br />
otro? Los fantasmas son reales, tan reales como nuestro placer. El<br />
yo se diluye de nuevo, otra vez, como tantas veces. Esto no es sólo<br />
difícil de analizar; es una experiencia difícil de manejar; intensa,<br />
frustrante, paradójica; ¿mísera o sublime? Para un espíritu libre,<br />
su propia complejidad, novedad, originalidad; sus posibilidades<br />
teóricas y técnicas; su rechazo social, resultan apasionantes, inquietan,<br />
seducen.<br />
Este es el siglo del psicoanálisis, la mecánica cuántica y la<br />
pornografía:<br />
Fondo oscuro.– El psicoanálisis lleva la dinámica de nuestra<br />
mente a una región oscura, larval, poblada de arquetipos, instintos<br />
primordiales; lo otro habita en el fondo de nosotros. Al mismo<br />
tiempo, la nueva física descubre en los entresijos de lo real un<br />
mundo extraño en el que los conceptos intuitivos que ordenan<br />
nuestra vida son declarados obsoletos; el azar vuelve a presidir el<br />
devenir del cosmos. Es entonces cuando la pornografía nos trae la<br />
imagen vívida de nuestros fantasmas; violando todas las leyes,<br />
nuestro deseo se sacia con la imagen de algo que ocurrió hace<br />
años en un punto lejano del planeta.<br />
Cáscara vacía.– ¿Qué realidad tiene este yo que creo —de<br />
crear y creer—? Ninguna. Los complejos que gobiernan su risa y<br />
su llanto; la aleatoria mecánica de sus partículas; las imágenes que<br />
encienden su placer, son sólo repeticiones tediosas de un vibrante<br />
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