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Officium Veneris - Telecable

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intenté describir después en “Lesbia illa”. Creo que en ese momento<br />

se había producido la resolución del conflicto ancestral que<br />

nucleaba todos mis anhelos, el inexplicable malestar que a veces<br />

se apoderaba de mis días. Era la represión del sexo, que teje una<br />

funesta red de complejos a través de la mente, y nos puede llevar<br />

fácilmente a la angustia y la desolación, el infame laberinto de la<br />

represión; el conflicto creado al niño al que las niñas escondían<br />

sus cositas, al joven al que las chicas seguían escondiendo sus<br />

cositas, al hombre al que sobrecoge cada poco en la calle un rabel<br />

soberbio, enfundado en algún hábil artificio resaltador–ocultador.<br />

En mi caso, este conflicto se resolvió en una experiencia intensa<br />

que desnudó el absurdo que yacía en su misma raíz. En ese momento,<br />

todos los bloqueos de mi mente salieron a la luz y se desintegraron,<br />

dando paso a una nueva imagen de mí mismo a la<br />

medida de la realidad. A partir de ahí, el sexo comenzó a ser algo<br />

intenso, pero perfectamente relajado y placentero, lúdico y maravilloso;<br />

una experiencia en los límites del ser, de unión inefable<br />

con todo; una experiencia mística tal vez. El proceso de resolución<br />

que se produjo en aquellos meses locos puede sintetizarse en<br />

una imagen, en un gesto, en una caricia, sensaciones que van mucho<br />

más allá de sí mismas y son capaces de pasarnos al otro lado<br />

cuando desnudan la auténtica naturaleza de la diosa, su sucio<br />

fondo fisiológico, carnal, perfectamente animal, y al mismo<br />

tiempo perfectamente divino. Recuerdo una experiencia en Barcelona.<br />

Conocí en una discoteca de alterne a dos hermanas preciosas,<br />

Charo y Elena. Se parecían muchísimo, aunque Charo era<br />

un poco más alta y delgada; tenían los mismos ojos azules, el<br />

mismo gesto desafiante de “chica guapa que lo sabe, y ¿tú de qué<br />

vas?”. Estaban con un ¿hermano? suyo, pero cuando empecé a<br />

insinuarme, ellas rápidamente consiguieron que se despistara.<br />

Terminamos en mi habitación del hotel follando como locos toda<br />

la noche. Dos cosas me impresionaron en aquella experiencia.<br />

Primero, el disfrute de dos cuerpos que eran prácticamente el<br />

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