Officium Veneris - Telecable

1 de Diciembre
❧ Ma d r u g a d a.– En busca de Sofía otra vez. He recorrido los sórdidos
tugurios que son el particular infierno de mi ángel caído favorito.
Al fin la vi, desde lejos, yo iba en el coche, en la calle T.,
donde están las casas de putas finas —me sorprendió verla por
allí—; hablaba seria a un tipo malencarado de traje y corbata
—¿un cliente?—. Aparqué, paré el motor, apagué las luces; seguían
discutiendo. Esperé. Ahora era él el que le explicaba algo a
ella que asentía. Se alejaron, y entraron en un portal. Esperé un
rato, he vuelto, y me he puesto a escribir esto.
❧ Ta r d e.– Le he estado dando vueltas todo el día: debo olvidarme
de Sofía; quiero olvidarme de Sofía. Tenía unos ojos preciosos,
una retaguardia insuperable, pero esta relación no me lleva a ningún
sitio. Estoy empeñado en salvar a la princesa prisionera del
dragón, y está claro que yo no soy ningún maravilloso príncipe.
El primer paso debe ser averiguar cómo soy, y aceptarlo. Tengo
que admitir que algo en el fondo de mi ser repudia compartir mi
vida con una mujer; ni con la más bella y maravillosa. Soy un
coleccionista de coños. La mujer se ha convertido para mí en un
símbolo de lo transcendente. Mi relación con este absoluto se
materializa en relaciones de intensidad muy diversa: la mujer con
la que me cruzo en la calle, la alumna a la que doy clase, la puta
que se desnuda y folla en una revista por dinero, la puta que se
desnuda y folla conmigo por dinero. Pero siempre el fondo de la
relación es el mismo, la trascendencia es la misma, me atrevo incluso
a decir que la intensidad es la misma. Ninguna mujer puede
ocupar el lugar de este absoluto con el que convivo, que guía cada
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