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Officium Veneris - Telecable

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tres”. —”Eh, eh, de una en una, que no soy superman. ¿Por qué no<br />

fumamos otro peta?”.<br />

Fumamos, y a mí me tocó contar cómo había ligado el costo<br />

—tema que a Joaquín interesaba enormemente—. Hablaba despacio,<br />

todos estábamos desnudos en una penumbra deliciosa, en un<br />

ambiente distendido; entre amigos; era maravilloso. Ahora al reflexionar<br />

sobre aquella escena hay varias cosas que me gusta recordar.<br />

Primero.– Las tres mujeres desnudas. Una mujer hermosa desnuda<br />

es siempre algo enervante para mí; me refiero al hecho de<br />

que la sublime parte inferior de su vientre con todos sus escondrijos,<br />

no esté atascada y oculta por telas y trapos, sino que palpite al<br />

aire. Esta desnudez siempre me pone en el disparadero y me lanza<br />

al a veces tortuoso y siempre fascinante camino del placer. Allí<br />

había tres hermosas mujeres desnudas. Paladeo las diferencias de<br />

sus cuerpos, las tres vulvas, las tres retaguardias, inconfundibles,<br />

divinas en su diferencia, tres hierofanías perfectas de la diosa; los<br />

tres ojales completamente diversos, ancha y morena Rosa, rosada<br />

y ancha Sofía, pequeña y sonrosada Cristina. Allí estaban las tres,<br />

bromeando mientras me escuchaban.<br />

Segundo.– ¡Qué complejidad de relaciones humanas! Sofía y<br />

yo enternecidos en nuestro amor como nunca antes lo habíamos<br />

estado —ella me acariciaba una mano mientras hablaba—. Nuestro<br />

beso de hacía un momento nos había dicho que nuestro amor<br />

resistiría cualquier prueba, que formábamos un uno indisoluble<br />

aunque jugáramos el dulce juego del placer con otros. Cristina y<br />

Rosa enamoradas escuchando en silencio. Sólo Joaquín rompía<br />

aquella armonía de parejas felices. No obstante, a él sólo parecía<br />

preocuparle dónde, cómo y cuándo se podía conseguir costo en O.<br />

Aunque había resistido bien hasta entonces, Sofía estaba cansada<br />

y quería acostarse. Me lo dijo, y yo conté a todos que nos teníamos<br />

que ir. Rosa entonces nos invitó a quedarnos allí a dormir;<br />

a Sofía le pareció bien y nos acostamos en la habitación de Rosa.<br />

El trío siguió la juerga. Al cabo de un rato apareció Rosa: “no hay<br />

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