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10 de Diciembre<br />
P or<br />
la mañana, haciendo recados me encuentro con Teodoro,<br />
viejo compañero del colegio. Es de mi edad, pero aparenta al<br />
menos cinco años más. Tiene dos niños y está en el paro. Así es la<br />
vida de mucha gente. En toda la mañana no consigo apartar de mí<br />
la sensación penosa de vivir fuera de la realidad, de que todas mis<br />
preocupaciones son tan sólo chifladuras de un ricachón solitario;<br />
esta impresión es insoportable. Intentando descansar después de<br />
comer, me pregunto qué demonios me ocurre; yo ya sabía que<br />
mucha gente las pasa canutas; ¿por qué me deprimo ahora? Siento<br />
que todo lo que tengo se me pudre en las manos, todas las luces se<br />
apagan. Me imagino vivir la situación de Teodoro y no me siento<br />
capaz de afrontarla. Sin embargo él estaba muy entero, dispuesto<br />
a luchar hasta el final. Misterios de la mente humana, su situación<br />
a él le estimula y a mí me deprime. Tal vez es sólo que yo hoy<br />
necesito deprimirme un poco después de tantos días en la cumbre.<br />
Quizá el ser humano no soporta demasiada felicidad.<br />
Camino para el instituto abstraído sin mirar a las mujeres que<br />
siempre, siempre pasan. Ya casi al llegar, tengo un encuentro inesperado<br />
que acaba de desconcertarme. Joana, portuguesa, puta,<br />
yonki en tratamiento de metadona; de la tormenta de la droga ha<br />
salvado una dulce cara de niña y unos hermosísimos ojos negros;<br />
avanza por la acera vestida con un estrafalario traje de puta que<br />
deja adivinar sus hermosas tetas y muestra una franja de su vientre;<br />
botas altas de una imitación de piel para ocultar las cicatrices<br />
de los pinchazos. Va del brazo de un individuo patibulario.<br />
Apenas me reconoce y sonríe. Recuerdo vagamente el laberinto<br />
de su cuerpo desnudo sobre las sábanas. Ya en el instituto, saludo<br />
a alumnos, compañeros. Tantos mundos en mi mundo acabarán<br />
por volverme loco.<br />
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