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Officium Veneris - Telecable

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luna. Pensé en proponerles mirar por el telescopio, pero no me<br />

pareció una buena idea; allí no había más estrellas posibles que<br />

ellas dos, las divinas, las perfectas, las acicaladas Rosa y Cristina.<br />

Además eran inteligentes y cultas; demonios de mujeres. En poco<br />

tiempo era como si nos hubiéramos tratado toda la vida. A las<br />

nueve y media calenté la cena, bajamos al comedor y cenamos.<br />

Después, tomamos unas copas viendo el vídeo de mis últimas vacaciones.<br />

Ellas habían estado juntas en Turquía hacía dos años.<br />

Era extraño, todo indicaba dos mujeres que viven juntas y tienen<br />

una relación íntima; una pareja, vamos; pero entonces, ¿qué pintaban<br />

allí cenando a la luz de unas velas con Joaquín y conmigo?<br />

Más copas, música suave de fondo. Joaquín y Cristina se han<br />

puesto a bailar —los dos son grandes bailarines—. Rosa y yo sentados<br />

en el sofá hablamos de los surrealistas y la generación beat.<br />

En un momento me doy cuenta de que Joaquín y Cristina se están<br />

besando y lanzo una mirada de complicidad a Rosa que me responde<br />

con una sonrisa significativa. Me acerco y le cojo una<br />

mano; cierra los ojos; la beso; responde a mi beso. Estuvimos así<br />

un rato y le propuse ir arriba.<br />

Subimos y comenzamos a desnudarnos poco a poco. El deseo<br />

afloraba en los dos en cada detalle del otro que descubría. Primero<br />

fueron sus pechos, redondos, generosos; algo caídos, asombraba<br />

su blancura, su frágil belleza. Los acaricié primero con suavidad,<br />

luego con fuerza, como modela el artesano la arcilla húmeda,<br />

como queriendo tantear sus misterios ocultos, buscar las infinitas<br />

formas extremas que en el límite del dolor mis manos podían<br />

arrancarles. Luego fue su vientre, deslumbrante, amplio, fecundo;<br />

horno perfecto para fraguar la vida. Su vientre me enardecía, y lo<br />

besé con pasión, sintiendo en su extraña belleza que era allí donde<br />

el fantasma grotesco de la muerte pierde su poder sobre los hombres.<br />

El ombligo, las líneas delicadas de sus ingles y…<br />

Tenía el sexo depilado; con barba de tres días, como si dijéramos.<br />

Las generosas banderas morenas asomaban orgullosas de la<br />

piel oscura de la vulva. Las separé con suavidad y vi que la boca<br />

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