You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
el papel de macho, parecía querer penetrar a Rosa que chillaba.<br />
Recuerdo el duelo prodigioso de las almejas devorándose; las<br />
banderas negras de Rosa se desparramaban y daban formas extrañas<br />
ante el ávido empuje de las alitas rosadas y el clítoris henchido<br />
de Cristina; era enervante la visión de los coños fundidos. Entonces<br />
fue cuando Rosa se corrió; fue como una descarga eléctrica<br />
que recorrió su rostro unos segundos. Aunque yo era sólo un espectador,<br />
me volvía loco verla gozar. Cristina cesó sus acometidas,<br />
y se besaron con pasión. En aquel momento, parecía que<br />
aquello no iba conmigo, pero el cuerpo me pedía guerra y probé<br />
fortuna poniendo mi verga entre sus bocas; esto les gustó, y lenguas<br />
y labios compitieron nerviosos por mi capullo durante un<br />
largo rato. Era evidente que mis dos lesbianas también se emborrachaban<br />
de macho, y esto hacía que la homenajeada se derritiera<br />
de gusto. Por fin, me pidieron mi líquido. No podía negarme. Lo<br />
escanciaron ellas con un ágil descapulle de Rosa que Cristina asistía<br />
ahorcando y apretando los testículos. Al principio, mi bicho<br />
resistía bien el castigo, pero al poco rato la electricidad del orgasmo<br />
comenzó a arremolinarse en mi vientre, y caí en el abismo.<br />
La catarata blancuzca surgió poderosa y se derramó sobre ellas,<br />
surcando los rostros, salpicando las sábanas, dejando un jirón<br />
largo sobre el pelo de Rosa, formando curiosos camafeos de nácar<br />
en los cuellos. Mientras tanto, mis manos no se cansaban de buscar<br />
entre sus suaves almohadones posteriores. Fue una experiencia<br />
extraña; como ellas lo hacían todo, mi sensación era de un<br />
abandono completo a una voluntad que me desbordaba, y que asociaba<br />
al poder de aquellos surcos increíbles. Cuando la fuente se<br />
secó, las perlas que cubrían los rostros y los cuellos eran un atavío<br />
difícil de resistir, y los tres nos fundimos en un beso interminable.<br />
Recuerdo que, aún entonces, mi mano seguía aferrada entre las<br />
nalgas de Rosa; aquella gruta era el presentido paraíso de mis<br />
masturbaciones adolescentes.<br />
88