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Officium Veneris - Telecable

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Al principio no lo entendía, pero luego se rio orgullosa. Mi mano<br />

no se cansaba de estudiar su prodigiosa retaguardia.<br />

Me contó su historia. Es simple; ella y Cristina se quieren y<br />

viven juntas; no obstante, son bisexuales, y no han renunciado a<br />

los hombres, sino que en su amor han decidido compartirlos. Me<br />

explicó entonces que le haría feliz compartirme con Cristina, y<br />

mientras me decía esto, me miraba sonriente con un aire pícaro<br />

que no le había notado hasta ese momento. Por supuesto que le<br />

dije que sí a todo, y marchó abajo, donde Joaquín y Cristina aún<br />

tenían la luz encendida.<br />

Tardaban y puse la sinfonía en mi bemol mayor de Bruckner.<br />

Recuerdo que escuchando el estallido del primer presto non troppo<br />

la piel se me erizaba. Adivinando lo que le esperaba, mi sabandija<br />

se estremecía con espasmos locos: “¡coños, dónde,<br />

dónde…?”<br />

Al cabo de un rato, aparecieron arriba las dos. Se habían duchado<br />

y sus cuerpos venían enfundados en sendas toallas de baño.<br />

Rosa granate, Cristina verde. Contrastaban la opulencia de Rosa y<br />

la fina elegancia de formas insinuantes de Cristina. Se sentaron en<br />

la cama a mi lado. Yo me había puesto los calzoncillos y no sabía<br />

qué hacer; intentaba imaginarme cómo se hubiera comportado el<br />

Caballero Casanova en un caso así. Naturalidad era la clave; y lo<br />

supe hacer bien; les hablé cariñoso como si aquello fuera lo más<br />

normal del mundo. Con la mano aparté la melena de Rosa que<br />

caía sobre su cara y la besé. Deslicé su toalla hacia abajo. Entonces<br />

Cristina se puso de pie y se desnudó también.<br />

Aquello no me lo esperaba. ¡Qué espectáculo glorioso el<br />

cuerpo de Cristina! Los pechos redondos y firmes ostentaban unas<br />

terribles areolas tostadas, mayores incluso que las de Rosa, con<br />

gruesos pezones que se alzaban orgullosos en el centro justo de<br />

aquella opulencia morena. Yo acariciaba suavemente el tras de<br />

Rosa cuando Cristina desenfundó mi badajo con habilidad y empezó<br />

a chupetearlo. Primero el glande, pasando delicadamente la<br />

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