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Officium Veneris - Telecable

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❧ FINIS CORONAT OPUS<br />

No siempre. En los dos casos más importantes no es así; el fin<br />

destruye, aniquila, desbarata: la muerte y el orgasmo, el orgasmo<br />

y la muerte. Hoy experimenté uno de estos finales.<br />

Mi vida es dulce cuando siento que el deseo en mí crece,<br />

mansa, pausadamente; como un río alimentado de hermosas cumbres<br />

nevadas, lejanas. Esos días son gratos. Mi trabajo rutinario,<br />

las conversaciones con los amigos, cualquier anécdota trivial se<br />

iluminan dulcemente, son deliciosos por esa presencia remota.<br />

Luego llega el momento definitivo del encuentro. Suele ser los<br />

fines de semana. Momento terrible del paso al otro lado. El deseo<br />

acumulado rompe las barreras, y se impone la presencia de una<br />

divina sacerdotisa de Venus, custodia del fuego sagrado. Un cigarrillo,<br />

una conversación trivial son sólo el transparente preámbulo<br />

de la conquista de la ciudadela; exorcismo ritual para que caigan<br />

los vestidos como murallas derruidas. La desnudez se apodera de<br />

todo. Es otro universo, abierto al goce, abierto a la vida, al fin libre.<br />

La diosa me lleva de la mano a descubrir sus infinitos cuerpos.<br />

Es un viaje en el que se intercalan y al que se superponen<br />

versos, sinfonías, paisajes, conversaciones… Todo roto continuamente<br />

para regresar al abismo del goce, la contemplación. Es este<br />

un continuo de placer en el que el orgasmo no tiene cabida. Una<br />

cima prolongada sin caída posible. No obstante, a veces, como<br />

ayer, la tensión acumulada es tanta que es necesario aliviarla. Hacía<br />

tres semanas que no me ocurría. Estaba con Carmela, que me<br />

felaba ceñida y profundamente, haciendo que mi pene se derritiera<br />

de placer; al mismo tiempo me amasaba el escroto, apretándolo<br />

hacia arriba. Se sacó entonces el miembro empapado, y<br />

empezó a frotarlo con la mano mientras me miraba cariñosa.<br />

“¡Anda, córrete, vida!”. Su desnudez me estaba masacrando el<br />

alma, y no pude ni quise negarme a aquella insinuación; decidí<br />

que iba a correrme y la penetré en la boca de nuevo, mientras empezaba<br />

a jugar con su puerta posterior, que es mi fetiche en estos<br />

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