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Officium Veneris - Telecable

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palabras. Cuando salimos de la cafetería había entre nosotros una<br />

simpatía y un afecto que parecían profundos.<br />

Recogimos los libros y se ofreció para enseñarme el material<br />

que ya había conseguido reunir. Fuimos a su casa, un precioso<br />

apartamento en el centro. “Por qué no revuelves un poco por ahí.<br />

Mira, aquí tengo el material de la tesis, pero déjame cambiarme,<br />

que estos zapatos me están matando”. Revolví. No tenía demasiados<br />

libros, pero allí estaba todo lo fundamental. ¡Qué mujer! Cogí<br />

el tomo de “Así habló Zaratustra”. Era una edición barata, pero en<br />

una buena traducción. Lo hojeé morboso y vi que había bastantes<br />

pasajes subrayados; me excitaba pensar que a través de aquellos<br />

papeles ligeramente amarillentos, el pensamiento del gran solitario<br />

alemán había saltado a la deliciosa cabecita de la mujer que en<br />

ese momento se desvestía en la alcoba. Si ella había leído aquello<br />

y lo había asimilado, había que estar preparado para cualquier<br />

cosa.<br />

Apareció por fin. Llevaba un traje de estar en casa, elástico,<br />

ligero. Sus formas se insinuaban incuestionables debajo. Todas las<br />

cinturas eran elásticas. La mejor descripción del traje es decir que<br />

apetecía quitárselo. —“Que, qué te parece”. La pregunta se refería<br />

sin duda a la carpeta con fotocopias de trabajos que yo tenía en las<br />

manos. —“Muy interesante todo”. No se le escaparon mis miradas<br />

cuando apareció, ni la leve sonrisa con que pronuncié la frase<br />

ambigua, y contestó con un tono delicioso: “tonto. ¿Te apetece<br />

tomar algo?”. Respondí en el mismo tono: —“Algo fuerte. Es<br />

broma. Algo ligero, ¿tienes una tónica o algo así?”. —“Espera<br />

voy a ver”. La cocina estaba en el mismo estudio, y la nevera era<br />

baja así que al flexionarse para abrir la puerta y mirar pude comprobar<br />

dos cosas en extremo interesantes: primo, la contundencia<br />

de su anatomía posterior, et secundo, la ausencia de cualquier tipo<br />

de ropa interior. ¡Santo Dios! Mi preocupación pasó a ser si llevaba<br />

unos calzoncillos apropiados. Miré el reloj. Sofía estaba todavía<br />

en clase; la imaginé pronunciando cualquier frase en inglés<br />

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