Officium Veneris - Telecable

14 de Diciembre
Escribo de noche aprovechando que Sofía se ha quedado dormida.
De momento no quiero que sepa que escribo esta crónica
de nuestra historia.
Sofía lo pasa mal, pero acepta estoicamente su situación. Se
apoya mucho en mí, y esto me encanta, aunque no sé qué papel
extraño estoy asumiendo respecto a ella; una especie de padre–
amante, me temo. Psicológicamente es una chiquilla. Su gran placer
es ver la televisión —sólo Antena 3—, que está encendida
todo el día.
Por la mañana, cuando se despertó, se sentía muy mal, tenía
convulsiones y lloraba. Me abracé a ella sintiendo cómo mi erección
acariciaba su cuerpo. Trataba de consolarla. Le dije: “cielo,
estas malita, pero tienes que pensar que no es nada malo, que te
vas a curar. Piensa lo felices que vamos a ser cuando te pongas
buena. ¿Te vas a poner buena verdad? Bueno, perdona, tengo que
decirte más bien ¿te vas a curar, verdad? Porque buena, lo que se
dice buena, ya estás buenísima”. Le acariciaba el culito, y empecé
a masajearle el coño con fuerza. Estaba empapada. Sentía que le
gustaba, y la penetré suavemente desde detrás “a la romana”. Se
corrió en un par de minutos, y esto pareció relajarla un poco;
quedó adormilada, mientras mi pene palpitaba estremecido dentro
de su vientre.
Ha sido un precioso día de sol invernal. Hemos decidido que
pasado mañana, mientras yo voy a dar mis clases al instituto, ella
irá a un centro de rehabilitación, donde estará con gente que vive
o vivió situaciones similares a la suya.
Siento como si Sofía formase parte de mi vida desde hace
años. La quiero; la deseo. Es un ángel y tengo que ayudarla.
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