Officium Veneris - Telecable

edondean; en el camino, vemos todo tipo de vergas vaciarse sobre
el cuerpo gracioso. Evidencia de la transformación, del devenir.
Nada permanece, y captamos tan sólo una imagen vacía. Nada
queda detrás. Película de 1933. Dos mujeres desnudas de cuerpos
gloriosos compiten por felar a un hombre; apenas fantasmas, sin
embargo, los detalles de sus pezones, de su vulva, están tan ciertos
ante mí, que me hacen sumarme a la fiesta de su placer. Orgía
ritual; prostitución sagrada; proyección anónima del cuerpo en el
espacio–tiempo para el placer indiferenciado; conciencia arrastrada
por el vértigo de la belleza hacia un mar obscuro; conciencia
diluyéndose en la certeza de la universal destrucción; conciencia
escindida de todas sus raíces, abocada a la dichosa contemplación
de lo que ya no es, de lo que nunca es, de lo imposible. La zarpa
del placer desgarra nuestro vientre y nos arrastra a la orilla aterida
de la nada, donde todo es sencillo, donde todo regresa infinitamente
y nada importa ya.
A lo largo de la noche, varias veces subí a la terraza a mirar
por el telescopio. Hacía una noche fría y despejada. Me hipnotizaba
contemplar el sistema anular de Saturno, que se distinguía
con una nitidez casi perfecta, y por primera vez vi Titán, el mayor
de los satélites que acompañan al padre de Zeus, apenas un puntito
de luz alineado con los anillos.
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