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Officium Veneris - Telecable

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juegan con sus destellos, ¿cómo podría no ser hermosa? Sin embargo,<br />

no debemos olvidar que mirando desde lejos aquel hombre<br />

se enamoró de su abuela. Deberíamos intentar acercarnos a esa<br />

hermosa lejana si de veras queremos conocerla, tratarla, intimar<br />

con ella, ¿quién sabe? El viaje no es tan difícil. Un telescopio mediano<br />

como el que yo tengo nos sitúa muy cerca de ella para poder<br />

espiarla; en un punto desde el cual la Tierra sería ya una esfera<br />

pequeñita. La técnica hace el milagro.<br />

¡Qué sorpresa al mirarla desde cerca! No es la Luna ya algo<br />

impreciso, poético, ajeno. Está aquí. Descubrimos los detalles de<br />

un enorme mundo redondo: cordilleras que elevan sus aristas, vastas<br />

llanuras de oscuro basalto que semejan mares; y cráteres, sobre<br />

todo cráteres; enormes cráteres que se amontonan en las tierras<br />

altas, cráteres diminutos tachonando los mares. Viendo esto, no<br />

hace falta mucha imaginación para sentir el impacto de gigantescas<br />

moles de roca sobre el cuerpo del sufrido satélite. Algunos<br />

cráteres muestran incluso los restos del impacto esparcidos radialmente<br />

en torno a ellos. ¡Qué espectáculo nos perdimos por llegar<br />

tan tarde! Al final resulta que la Luna, como casi todo en este<br />

mundo, también creció a base de llevar golpes.<br />

Es la Luna pues un enorme desierto redondo, eso está claro;<br />

nada de agua; por no haber no hay ni atmosfera; montañas y cráteres<br />

proyectan sombras perfectamente negras. Tal vez contemplar<br />

estas sombras de la Luna es lo más impresionante, lo que más nos<br />

acerca a ese día radiante que nadie vive allí. Nada cuesta viendo<br />

esas sombras imaginarnos un poco más abajo, en la superficie; ver<br />

recortarse a lo lejos en el cielo negro las cimas de una cordillera,<br />

las verticales paredes de un cráter; caminar ligeros entre afloramientos<br />

de roca negra a la que el sol arranca destellos plateados,<br />

pisar un suelo de cenizas volcánicas y fragmentos de roca. En medio<br />

del cielo un astro azul no nos pierde ojo; es la Tierra, el acogedor<br />

planeta que es nuestro hogar. Es tan hermoso que le pedimos<br />

perdón por haberle puesto los cuernos, aunque sólo fuera mentalmente<br />

y por un momento.<br />

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