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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 109<br />

y mientras con la mano intenta sacar la fúnebre flecha<br />

otra saeta a través de la garganta hasta las plumas le entró.<br />

Expulsó a ésta la sangre, que proyectándose a lo alto<br />

riela y, largamente por ella horadada el aura, saltando sube. 260<br />

El último Ilioneo, rezando, unos brazos que no le habían<br />

de aprovechar había elevado y: «Dioses oh, en común, todos»,<br />

había dicho, sin él saber que no todos debían ser rogados,<br />

«guardadme». Conmovido se había, cuando ya revocable la flecha<br />

no era, el señor del arco; de una mínima herida aun así muere él, 265<br />

no profundamente perforado su corazón por la saeta.<br />

La noticia de ese mal y de su pueblo el dolor y las lágrimas<br />

de los suyos a la madre de tan súbita ruina cercioraron,<br />

admirada de que hubieran podido, y enconada de que se hubieran<br />

a ello atrevido los altísimos, de que tan gran poder tuvieran; 270<br />

pues el padre, Anfíon, su hierro a través del pecho empujando<br />

había puesto fin, muriendo, juntamente con la luz, a su dolor.<br />

Ay, cuánto esta Níobe de la Níobe distaba aquella<br />

que ahora poco a su pueblo había apartado de las Latoas aras<br />

y por mitad de su ciudad había llevado sus pasos, alta la cabeza, 275<br />

malquerida <strong>para</strong> los suyos, mas ahora digna de compasión incluso <strong>para</strong> su oponente.<br />

Sobre sus cuerpos helados se postra y sin orden ninguno<br />

besos dispensa, los supremos, por sus nacidos todos,<br />

desde los cuales al cielo sus lívidos brazos levantando:<br />

«Cébate, cruel, de nuestro dolor, Latona, 280<br />

cébate», dice, «y sacia tu pecho de mi luto<br />

y tu corazón fiero sacia», dijo. «Mediante funerales siete<br />

a mí me llevan: exulta, y, vencedora enemiga, triunfa.<br />

¿Pero por qué vencedora? A mí desgraciada más me quedan<br />

que a ti feliz; después de tantos funerales también venzo». 285<br />

Había dicho, y sonó desde su tensado arco un nervio,<br />

el cual, excepto a Níobe sola, aterró a todos.<br />

Ella en su mal es audaz. Apostadas estaban con sus ropas negras<br />

ante los lechos de sus hermanos, suelto el pelo, sus hermanas,<br />

de las cuales una, sacándose unas flechas clavadas en su vientre, 290<br />

impuesto sobre su hermano, moribunda, el rostro, languidece;<br />

la segunda, consolar a su desgraciada madre intentando<br />

calló súbitamente y doblegada por una herida ciega quedó<br />

[y su boca no cerró sino después que su espíritu se fuera].<br />

Ésta en vano huyendo se desploma, aquélla sobre su hermana 295

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