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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 287<br />

a la que acaba de ver ama: tú el primer y el último ardor<br />

<strong>para</strong> él serás y sola a ti ha consagrado sus años.<br />

Añade que es joven, que natural tiene<br />

de la hermosura el regalo, y en las figuras aptamente se finge todas,<br />

y que lo que hayas de ordenarle, aunque le ordenes cualquier cosa, será. 685<br />

Qué de que amáis lo mismo, que los frutos que por ti honrados<br />

él el primero tiene y sostiene tus regalos con diestra dichosa.<br />

Pero ni ya sus crías anhela, del árbol arrancadas,<br />

ni, las que el huerto alimenta, con jugos tiernos las hierbas,<br />

ni otra cosa que a ti: compadécete del que así arde y a él mismo, 690<br />

quien te pide, en la boca mía, presente cree que te suplica,<br />

y a los vengadores dioses y a la que los pechos duros aborrece,<br />

a la Idalia, y la memorativa ira teme de la Ramnúside.<br />

Y <strong>para</strong> que más lo temas -y en efecto a mí muchas cosas mi vejez<br />

saber me ha dado- te referiré, en todo Chipre muy conocidos, 695<br />

unos hechos con que virar fácilmente y enternecerte puedas.<br />

Ifis y Anaxárete<br />

«Había visto, generosa de la sangre del viejo Teucro,<br />

Ifis a Anaxárete, de humilde estirpe creado.<br />

La había visto y concibió en todos sus huesos un fervor;<br />

y tras luchar mucho tiempo, después que con la razón su furor 700<br />

vencer no pudo, suplicante a sus umbrales vino,<br />

y ora a su nodriza confesándole su desgraciado amor,<br />

que con él dura no fuera, por sus esperanzas en su ahijada, le pidió,<br />

y ora de entre sus muchas compañeras enterneciendo a cualquiera<br />

con acongojada voz, pretendía su propenso favor. 705<br />

A menudo <strong>para</strong> que las llevaran dio sus palabras a tiernas tablillas,<br />

a veces, mojadas del rocío de sus lágrimas, coronas<br />

a sus jambas tendió y puso en su umbral duro<br />

su tierno costado y, triste, a la cerradura insultos le gritó.<br />

Más salvaje ella que el estrecho que se levanta al caer los Cabritos, 710<br />

más dura también que el hierro que funde el fuego nórico,<br />

y que la roca viva que todavía por su raíz se sostiene,<br />

lo desprecia y de él se burla, y a sus actos despiadados añade<br />

palabras soberbias, feroz, y de su esperanza incluso priva a su amante.<br />

No soportó, incapaz de sufrirlos, los tormentos de ese largo dolor 715<br />

Ifis, y ante sus puertas estas palabras últimas dijo:<br />

«Vences, Anaxárete, y no tendrás tú hastíos algunos al fin<br />

que soportar de mí: alegres triunfos apresta

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