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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 266<br />

pluma cubre a las aves, <strong>para</strong> las ovejas su lana decor es:<br />

la barba a los varones, y les honra en su cuerpo sus erizados vellos. 850<br />

Única es en mitad de mi frente la luz mía, pero en traza<br />

de un gigante escudo. ¿Qué? ¿No estas cosas todas el gran<br />

Sol ve desde el cielo? Del Sol, aun así, único el orbe.<br />

Añade que en vuestra superficie el genitor mío reina,<br />

este suegro a ti te doy. Sólo apiádate, y las plegarias 855<br />

de este suplicante escucha. Pues a ti hemos sucumbido, sola,<br />

y quien a Júpiter y a su cielo desprecio, y su penetrable rayo,<br />

Nereide, a ti te venero, que el rayo más salvaje la ira tuya es.<br />

Y yo, despreciado, sería más sufridor de ello<br />

si huyeras a todos. ¿Pero por qué, el Cíclope rechazado, 860<br />

a Acis amas y prefieres que mis abrazos a Acis?<br />

Él, aun así, que a sí mismo se plazca, y te plazca, lícito sea,<br />

lo cual yo no quisiera, Galatea, a ti: sólo con que la ocasión se me dé,<br />

sentirá que tengo yo, según este tan gran cuerpo, fuerzas.<br />

Sus vísceras vivas le sacaré y sus divididos miembros por los campos, 865<br />

y los esparciré -así él a ti se mezcle- por tus ondas.<br />

Pues me abraso, y dañado se inflama más acre el fuego,<br />

y con sus fuerzas me parece que trasladado el Etna<br />

en el pecho llevo mío, y tú, Galatea, no te conmueves».<br />

De tales cosas <strong>para</strong> nada lamentándose -pues todo yo veía- 870<br />

se levanta, y como el toro furibundo, su vaca al serle arrebatada,<br />

<strong>para</strong>r no puede, y por la espesura y sus conocidos sotos erra:<br />

cuando, fiero, sin nosotros darnos cuenta y que <strong>para</strong> nada tal temíamos,<br />

a mí me ve y a Acis y: «Te veo», exclama, «y que ésta<br />

la última sea, haré, concordia de la Venus vuestra», 875<br />

y tan gran voz cuanta un Cíclope airado tener<br />

debió, aquella fue. De su grito se erizó el Etna.<br />

Mas yo, despavorida, bajo la vecina superficie me sumerjo.<br />

Sus espaldas a la fuga vueltas había dado el Simetio héroe<br />

y: «Préstame ayuda, Galatea, te lo ruego. Prestádmela, padres», 880<br />

había dicho, «y al que va a morir admitid a vuestros reinos».<br />

Le persigue el Cíclope, y una parte del monte arrancada<br />

le lanza, y un extremo ángulo aunque arribó<br />

hasta él de la roca, todo, aun así, sepultó a Acis.<br />

Mas nos, lo que hacerse sólo, por los hados, podía, 885<br />

hicimos, que las fuerzas asumiera Acis de su abuelos.<br />

Bermellón de esa mole crúor manaba, y dentro

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