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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 29<br />

y de mi servicio me devuelves, porque las heridas del combado arado<br />

y de los rastrillos soporto, y todo se me hostiga el año,<br />

porque al ganado frondas, y alimentos tiernos, los granos,<br />

al humano género, a vosotros también inciensos, suministro?<br />

Pero aun así, este final pon que yo he merecido ¿Qué las ondas, 290<br />

qué ha merecido tu hermano? ¿Por qué, a él entregadas en suerte,<br />

las superficies decrecen y del éter más lejos se marchan?<br />

Y si ni la de tu hermano, ni a ti mi gracia te conmueve,<br />

mas del cielo compadécete tuyo. Mira a ambos lados:<br />

humea uno y otro polo, los cuales si viciara el fuego, 295<br />

los atrios vuestros se desplomarán. Atlante, ay, mismo padece,<br />

y apenas en sus hombros candente sostiene el eje.<br />

Si los estrechos, si las tierras perecen, si el real del cielo:<br />

en el caos antiguo nos confundimos. Arrebata a las llamas<br />

cuanto todavía quede y vela por la suma de las cosas». 300<br />

Había dicho esto la Tierra, puesto que ni tolerar el vapor<br />

más allá pudo ni decir más, y la boca<br />

suya se devolvió a sí misma, y a sus cavernas a los manes más cercanas.<br />

Mas el padre omnipotente, los altísimos poniendo por testigos y a aquél mismo<br />

que había dado sus carros, de que, si ayuda él no prestara, todas las cosas de un hado 305<br />

desaparecerían grave, acude, arduo, al supremo recinto<br />

desde donde suele las nubes congregar sobre las anchas tierras,<br />

desde donde mueve los truenos, y sus blandidos rayos lanza.<br />

Pero ni las que pudiera sobre las tierras congregar, nubes<br />

entonces tuvo, ni las que del cielo mandara, lluvias: 310<br />

truena, y balanceando un rayo desde su diestra oreja<br />

lo mandó al auriga y, al par, de su aliento y de sus ruedas<br />

lo expelió, y apacentó con salvajes fuegos los fuegos.<br />

Constérnanse los caballos, y un salto dando en contrario<br />

sus cuellos del yugo arrebatan, y sus rotas correas abandonan: 315<br />

por allí los frenos yacen, por allí, del timón arrancado,<br />

el eje, en esta parte los radios de las quebradas ruedas,<br />

y esparcidos quedan anchamente los vestigios del lacerado carro.<br />

Mas Faetón, con llama devastándole sus rútilos cabellos,<br />

rodando cae en picado, y en un largo trecho por los aires 320<br />

va, como a las veces desde el cielo una estrella, sereno,<br />

aunque no ha caído, puede que ha caído parecer.<br />

Al cual, lejos de su patria, en el opuesto orbe, el máximo<br />

Erídano lo recibió, y le lavó, humeante, la cara.

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