Las metamorfosis (Versión para imprimir)
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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 90<br />
decir: dos veces cien cuerpos restaban al combate,<br />
la Górgona al ver, dos veces cien cuerpos se arreciaron.<br />
Se arrepiente entonces al cabo Fineo de su injusta guerra, 210<br />
pero ¿qué puede hacer? Los simulacros ve en diversas posturas,<br />
y reconoce a los suyos, y por su nombre cada uno llamado,<br />
le reclama ayuda y, creyéndolo poco, los cuerpos a sí próximos<br />
toca: mármol eran; se aparta y así suplicante<br />
sus confesas manos y oblicuos sus brazos tendiéndole: 215<br />
«Vences», dice, «Perseo. Aparta tus prodigios, y el petrificador<br />
rostro quita de quien quiera que ella sea, tu Medusa:<br />
quítalo. No a nos el odio y del poder el deseo<br />
nos ha impulsado a esta guerra; por una esposa movimos las armas.<br />
La causa fue tuya por sus méritos mejor, por su tiempo la nuestra: 220<br />
no haber cedido me pesa: nada, oh valerosísimo, excepto<br />
este aliento concédeme; tuyo lo demás sea».<br />
Al que tal decía y no a él, a quien con su voz rogaba,<br />
a mirar se atrevía: «Lo que yo», dice, «temerosísimo Fineo,<br />
sí puedo otorgarte y un gran regalo es <strong>para</strong> un hombre inerte, 225<br />
deja tu miedo, te otorgaré: ningún hierro te hará violencia;<br />
pero además te daré un recordatorio que permanecerá por los siglos,<br />
y en la casa del suegro siempre se te contemplará, del nuestro,<br />
<strong>para</strong> que se solace mi esposa de su prometido con la imagen».<br />
Dijo y a la parte trasladó a la Forcínide a aquella 230<br />
a la que Fineo con su temblorosa cara se había vuelto.<br />
Entonces también, al que intentaba sus luces tornar, el cuello<br />
se arreció, y, en roca, de sus ojos el humor se endureció,<br />
pero aun así su cara temerosa y su rostro, en mármol suplicante,<br />
y sus sumisas manos y su faz culpable permaneció. 235<br />
Otras hazañas de Perseo<br />
Vencedor el Abantíada en las murallas patrias con su esposa<br />
entra y de un padre defensor y vengador, que no lo merecía,<br />
ataca a Preto: pues puesto en fuga su hermano mediante las armas,<br />
Preto se había apoderado de los acrisióneos recintos.<br />
Pero ni con la ayuda de las armas ni con el que mal había capturado, el recinto, 240<br />
las torvas luces superó del prodigio portador de culebras.<br />
A ti, aun así, oh de la pequeña Serifos regidor, Polidectes,<br />
ni de este joven la virtud, a través de tantas pruebas contemplada,<br />
ni sus desgracias te habían ablandado, sino que un inexorable odio,<br />
duro de ti, ejerces y un final en tu injusta ira no hay. 245