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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 267<br />

de un tiempo exiguo su rubor a desvanecerse comenzó,<br />

y se hace su color a lo primero el del caudal turbado por la lluvia,<br />

y se purga con la demora. Entonces la mole a él arrojada se hiende, 890<br />

y viva por sus grietas y esbelta se levanta una anea,<br />

y la boca hueca de la roca suena al brollarle ondas,<br />

y, admirable cosa, de súbito emerge hasta el vientre en su mitad,<br />

enceñido un joven de flexibles cañas por sus nuevos cuernos,<br />

el cual, si no porque más grande, porque azul en toda su cara, 895<br />

Acis era, pero así también era, con todo, Acis, en caudal<br />

vuelto, y su antiguo nombre retuvieron sus corrientes».<br />

Escila (II) y Glauco<br />

Había dejado Galatea de hablar y, la reunión disuelta,<br />

se retiran y a sus plácidas ondas nadan las Nereides.<br />

Escila vuelve, y ciertamente confiarse a la mitad del ponto 900<br />

no osa, y o bien por la bebedora arena deambula sin ropas,<br />

o, cuando cansado se hubo, hallando unos apartados recesos<br />

del abismo, en esa recluida agua refrigera sus miembros.<br />

He aquí que rozando el mar, nuevo habitante del alto ponto,<br />

recientemente transformados sus miembros en la eubea Antedón, 905<br />

Glauco llega, y de la doncella vista el deseo en él prende,<br />

y cuantas cree que huyendo ella puede demorarla, tales<br />

palabras le dice. Huye ella aun así, y veloz del temor<br />

llega a lo alto, colocado cerca del litoral, de un monte.<br />

Delante del estrecho hay, ingente, recogido en una punta sola, 910<br />

convexo hacia las largas superficies bajo sus árboles, un vértice.<br />

Se detiene aquí, y segura de su lugar, si monstruo o dios<br />

él sea ignorando, se admira de su color<br />

y su cabellera, que sus hombros y a ella sometidas sus espaldas cubría,<br />

y también que el extremo de sus ingles las acoja un tórcil pez. 915<br />

La sintió él y apoyándose, que se alzaba próxima, en una mole:<br />

«No un prodigio, ni soy yo un fiero monstruo, oh virgen,<br />

sino un dios», dice, «del agua, y mayor derecho sobre las superficies<br />

Proteo no tiene, y Tritón, y el Atamantíada Palemon.<br />

Antes en cambio mortal era, pero claramente destinado 920<br />

a las altas superficies, ya entonces me afanaba en ellas,<br />

pues ora sacaba, las que sacarían peces,<br />

mis redes, ora en una mole sentado gobernaba con mi arundo el lino.<br />

Hay, a un verde prado confines, unas playas, una de cuyas partes<br />

de olas, la parte otra se ciñe de hierbas, 925

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