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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 278<br />

y amansar las fieras y las corrientes largas demorar<br />

con la boca suya, y los pájaros errantes retener, solía. 340<br />

La cual, mientras con su voz de mujer modula canciones,<br />

había salido de su morada Pico a los campos laurentes,<br />

a fin de atravesar paisanos jabalíes, y sobre el lomo pesaba<br />

de un agrio caballo, y en su izquierda un par de astiles llevaba,<br />

y recogida su clámide bermellón por un rubio oro. 345<br />

Había llegado a unos bosques, y la hija del Sol a los mismos,<br />

y <strong>para</strong> nuevas recoger de esos fecundos collados sus hierbas,<br />

del nombre suyo llamados, los campos circeos había abandonado.<br />

La cual, no bien al joven en los ramajes escondida hubo visto,<br />

quedó suspendida: cayeron de su mano, las que había recogido, hierbas, 350<br />

y una llama por todas sus médulas le pareció que erraba.<br />

Cuando por fin compuso su mente de ese vigoroso bullir,<br />

qué anhelaba, a confesar iba: que no pudiese acercarse,<br />

la carrera de su caballo hizo, y rodeado él de escoltas.<br />

«No», dice, «escaparás, aunque del viento seas arrebatado, 355<br />

si sólo yo me conozco, si no se ha desvanecido toda<br />

de mis hierbas la virtud ni a mí mis canciones me engañan».<br />

Dijo y la efigie sin ningún cuerpo de un falso<br />

jabalí finge y por delante de los ojos correr del rey<br />

le ordenó, y, denso de troncos, a un bosque que marchar pareciera, 360<br />

por donde máxima la espesura es y <strong>para</strong> el caballo lugares transitables no son.<br />

No hay demora, a continuación de esa presa busca sin él saberlo la sombra<br />

Pico y veloz de su caballo los espumantes lomos abandona<br />

y una esperanza persiguiendo vana sus pies lleva errante en el alto bosque.<br />

Piensa ella unas súplicas y esas palabras suplicantes dice 365<br />

y a unos ignotos dioses con una ignota canción ora,<br />

con el que suele el rostro confundir de la nívea Luna,<br />

y <strong>para</strong> la cabeza de su padre tejer bebedoras nubes.<br />

Entonces también, cantada su canción, se densa el cielo,<br />

y nieblas exhala la tierra, y por ciegas sendas vagan 370<br />

sus séquitos y falta la custodia del rey.<br />

Habiendo hallado ella el lugar y el tiempo: «Oh por tus ojos», dice,<br />

«que a los míos cautivaron, y por ésta, el más bello, tu hermosura,<br />

que hace que una suplicante a ti diosa yo sea, considera estos fuegos<br />

nuestros y por suegro, que lo contempla todo, al Sol 375<br />

recibe, y no, duro, a la Titánide Circe desprecia».<br />

Había dicho. Él, feroz, a ella y sus súplicas rechaza y:

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