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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 78<br />

Pues la que principalmente había sido devota: «Seguiré», dice,<br />

«a los estrechos a la reina» y un salto al ir a dar, moverse<br />

a parte alguna no pudo y al risco fija quedó adherida;<br />

otra, mientras con el acostumbrado golpe intenta herir<br />

sus pechos, sintió que los que lo intentaban quedaron rígidos, sus brazos; 555<br />

aquélla que las manos por azar había tendido del mar a las ondas,<br />

en piedra vuelta, las manos a las mismas ondas alarga;<br />

de una, cuando arrebataba y rasgaba de su cabeza su pelo,<br />

endurecidos súbitamente los dedos en el pelo vieras:<br />

en el gesto en que cada una sorprendida fue, se queda en él. 560<br />

Parte aves se hicieron; las que ahora también en la garganta aquella<br />

las superficies cortan con lo extremo de sus alas, las Isménides.<br />

Cadmo y Harmonía<br />

Desconoce el Agenórida que su nacida y su pequeño nieto<br />

de la superficie son dioses; por el luto y la sucesión de sus males<br />

vencido, y por los ostentos que numerosos había visto, sale, 565<br />

su fundador, de la ciudad suya, como si la fortuna de esos lugares,<br />

no la suya lo empujara, y por su largo vagar llevado,<br />

alcanza las ilíricas fronteras con su prófuga esposa.<br />

Y ya de males y de años cargados, mientras los primeros hados<br />

coligen de su casa, y repasan en su conversación sus sufrimientos: 570<br />

«¿Y si sagrada aquella serpiente atravesada por mi cúspide»,<br />

Cadmo dice, «fuera, entonces, cuando de Sidón saliendo<br />

sus vipéreos dientes esparcí por la tierra, novedosas simientes?<br />

A la cual, si el celo de los dioses con tan certera ira vindica,<br />

yo mismo, lo suplico, como serpiente sobre mi largo vientre me extienda», 575<br />

dijo, y como serpiente sobre su largo vientre se tiende<br />

y a su endurecida piel que escamas le crecen siente<br />

y que su negro cuerpo se variega con azules gotas<br />

y sobre su pecho cae de bruces, y reunidas en una sola,<br />

poco a poco se atenúan en una redondeada punta sus piernas. 580<br />

Los brazos ya le restan: los que le restan, los brazos tiende<br />

y con lágrimas por su todavía humana cara manando:<br />

«Acércate, oh, esposa, acércate, tristísima», dijo,<br />

«y mientras algo queda de mí, me toca, y mi mano<br />

coge, mientras mano es, mientras no todo lo ocupa la serpiente». 585<br />

Él sin duda quiere más decir, pero su lengua de repente<br />

en partes se hendió dos, y no las palabras al que habla<br />

abastan, y cuantas veces se dispone a decir lamentos

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