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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 80<br />

y ya cayendo el día, temiendo confiarse a la noche,<br />

se posó, reinos de Atlas, en el Vespertino círculo,<br />

y un exiguo descanso busca mientras el Lucero los fuegos<br />

convoque de la Aurora, y la Aurora los carros diurnos. 630<br />

Aquí, de los hombres a todos con su ingente cuerpo superando,<br />

el Japetiónida Atlas estuvo: la última de las tierras<br />

bajo el rey este, y el ponto estaba, que a los jadeantes caballos<br />

del Sol sus superficies somete y acoge sus fatigados ejes.<br />

Mil greyes <strong>para</strong> él y otras tantas vacadas por sus hierbas 635<br />

erraban y su tierra vecindad ninguna oprimía;<br />

las arbóreas frondas, que de su oro radiante brillaban,<br />

de oro sus ramas, de oro sus frutos, cubrían.<br />

«Huésped», le dice Perseo a él, «si a ti la gloria te conmueve<br />

de un linaje grande, del linaje mío Júpiter el autor; 640<br />

o si eres admirador de las gestas, admirarás las de nos;<br />

hospedaje y descanso busco». Memorioso él de la vetusta<br />

ventura era -Temis esta ventura le había dado, la Parnasia-:<br />

«Un tiempo, Atlas, vendrá en el que será expoliado de su oro el árbol<br />

tuyo, y del botín el título este de Júpiter un nacido tendrá». 645<br />

Esto temiendo, con sólidos montes sus pomares había cerrado<br />

Atlas, y a un vasto reptil los había dado a guardar,<br />

y alejaba de sus fronteras a los extraños todos.<br />

A éste también: «Márchate fuera, no sea que lejos la gloria de las gestas<br />

que finges», dijo, «lejos de ti Júpiter quede», 650<br />

y fuerza a sus amenazas añade, y con sus manos expulsar intenta<br />

al que tardaba y al que con las plácidas mezclaba fuertes palabras.<br />

En fuerzas inferior -pues quién parejo sería de Atlas<br />

a las fuerzas-: «Mas, puesto que poco <strong>para</strong> ti la estima nuestra vale,<br />

coge este regalo», dice, y de la izquierda parte, él mismo 655<br />

de espalda vuelto, de Medusa la macilenta cara le sacó.<br />

Cuan grande él era, un monte se hizo Atlas: pues la barba y la melena<br />

a ser bosques pasan, cimas son sus hombros y brazos,<br />

lo que cabeza antes fue, es en lo alto del monte cima,<br />

los huesos piedra se hacen; entonces, alto, hacia partes todas 660<br />

creció al infinito, así los dioses lo establecisteis, y todo<br />

-con tantas estrellas- el cielo, descansó en él.<br />

Perseo y Andrómeda<br />

Había encerrado el Hipótada en su eterna cárcel a los vientos<br />

e, invitador a los quehaceres, clarísimo en el alto cielo,

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