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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 232<br />

en conversación estuvo, pareciendo admirable a todos 165<br />

el que al joven su cuerpo de ningún arma penetrable<br />

e invicto a la herida fuera, y que el hierro puliera.<br />

Ceneo (I)<br />

Esto el propio Eácida, esto admiraban los aqueos,<br />

cuando así Néstor dice: «En vuestra edad fue el único<br />

despreciador del hierro y horadable por golpe ninguna 170<br />

Cigno. Mas yo mismo en otro tiempo, sufriendo él heridas mil<br />

en un cuerpo no dañado, al perrebo Ceneo vi,<br />

a Ceneo el perrebo, el cual, glorioso por sus hechos, el Otris<br />

habitaba, y <strong>para</strong> que ello más admirable fuese en él,<br />

mujer nacido había. Del prodigio por la novedad se conmueve 175<br />

todo el que asiste, y que lo refiera le piden. Entre los cuales Aquiles:<br />

«Di, vamos, pues en todos el mismo hay deseo de oírlo,<br />

oh, elocuente anciano, de nuestra edad la prudencia,<br />

quién fuera Ceneo, por qué en lo contrario vuelto,<br />

en qué milicia, de qué batalla en el certamen 180<br />

por ti conocido, de quién fue vencido, si vencido de alguno fue».<br />

Entonces el mayor: «Aunque a mí me estorba mi tarda vejez,<br />

y muchas se me huyen de las cosas por mí contempladas en mis primeros años,<br />

más cosas, aun así, recuerdo, y, que más prendida esté, ninguna<br />

cosa en el pecho nuestro hay entre hechos tantos de guerra 185<br />

y de paz, y si a alguien pudo su espaciosa vejez<br />

como espectador de las obras de muchos devolver, yo he vivido<br />

de años dos veces cien. Ahora se vive mi tercera edad.<br />

«Brillante por su hermosura fue la descendencia de Elato, Cenis,<br />

de las tesalias la doncella más bella, y en las cercanas, 190<br />

y en tus ciudades -pues fue paisana tuya, Aquiles-,<br />

en vano por los votos de muchos pretendientes fue deseada.<br />

Hubiese intentado Peleo los tálamos también, quizás, esos:<br />

pero ya le habían alcanzado a él las bodas de tu madre<br />

o le habían sido prometidas, ni tampoco Cenis a ningunos 195<br />

tálamos desposada fue, y por unas secretas playas cogiendo ella,<br />

fuerza sufrió del dios marino, así la fama lo contaba.<br />

Y cuando los goces de esta nueva Venus Neptuno hubo tomado:<br />

«Que estén tus votos te permito», dijo, «libres de rechazo.<br />

Elige qué has de desear» -la misma fama esto también contaba-. 200<br />

«Grande», Cenis dice, «hace esta injuria a mi deseo:<br />

que tal sufrir ya nada pueda. Dame el que mujer no sea:

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