Las metamorfosis (Versión para imprimir)
Las metamorfosis (Versión para imprimir)
Las metamorfosis (Versión para imprimir)
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 231<br />
había visto y en vano se había regocijado Aquiles.<br />
La herida era ninguna, la sangre era aquella de Menetes.<br />
Entonces verdaderamente, abalanzado, del carro alto rugiente<br />
salta y con su nítida espada a su intacto enemigo<br />
de cerca buscando, la rodela con su espada y su gálea hundirse 130<br />
contempla, más en ese duro cuerpo dañarse también el hierro.<br />
No lo soporta más, y con su escudo reiterado golpea<br />
tres y cuatro veces la cara de ese varón, a él vuelta, con la empuñadura también sus huecas<br />
sienes, y al que retrocedía persiguiéndole le acosa y lo turba se le lanza,<br />
y atónito le niega el descanso: el pavor se apodera de él, 135<br />
y ante sus ojos nadan las tinieblas, y atrás llevando<br />
retrocedidos los pasos una piedra se le opuso en mitad del campo,<br />
de la cual encima, empujado Cigno con su cuerpo boca arriba,<br />
con fuerza mucha lo vuelve y a la tierra lo sujeta Aquiles.<br />
Entonces con su escudo y sus rodillas duras oprimiéndole el busto, 140<br />
de las correas tira de su gálea, las cuales, por debajo de su oprimido mentón,<br />
le rompen la garganta y la respiración y el camino<br />
le roban del aliento. Al vencido a expoliar se disponía.<br />
Sus armas abandonadas ve: su cuerpo el dios del mar confirió<br />
a una blanca ave, de cuyo modo el nombre tenía. 145<br />
Esta gesta, esta batalla, un descanso de muchos días<br />
trajo consigo y, depuestas las armas ambas partes hicieron un alto.<br />
Y mientras vigilante de Frigia los muros un centinela guarda,<br />
y vigilante de Argólide las fosas guarda un centinela,<br />
el festivo día había llegado en que de Cigno el vencedor, Aquiles, 150<br />
a Palas aplacaba con la sangre de una inmolada vaca.<br />
De la cual, cuando impuso sus entrañas en las calientes aras<br />
y por los dioses percibido penetró en los aires su vapor,<br />
los sacrificios se llevaron la suya, la parte fue dada, restante, a las mesas.<br />
Se tumbaron en los divanes los próceres, y sus cuerpos de asada 155<br />
carne llenan, y con vino alivian sus cuidados y su sed.<br />
No a ellos la cítara, no a ellos las canciones de las voces,<br />
o de muy perforado boj les deleita, larga, la tibia,<br />
sino que la noche en la conversación alargan, y la virtud es, de su hablar,<br />
la materia. Sus batallas refieren, las del enemigo y las suyas, 160<br />
y en turnos los peligros afrontados y apurados a menudo<br />
remembrar les place: pues de qué hablaría Aquiles,<br />
o de qué cabe al gran Aquiles mejor hablarían.<br />
La muy reciente victoria, principalmente, sobre el dominado Cigno