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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 42<br />

y no disfruta de sueño, despierta por las vigilativas angustias,<br />

sino que ve los ingratos -y se consume al verlos- 780<br />

éxitos de los hombres, y corroe y corróese a una,<br />

y su suplicio el suyo es. Aun así, aunque la odiaba a ella,<br />

con tales palabras se le dirigió brevemente la Tritonia:<br />

«Infecta de la podre tuya de las nacidas de Cécrope a una:<br />

así menester es. Áglauros ella es». No más diciendo 785<br />

huye, y la tierra repele apoyando su asta.<br />

Ella, a la diosa que huía con su oblicua luz contemplando,<br />

unos murmullos pequeños dio y de lo que bien saldría a Minerva<br />

se dolió, y su báculo toma, al que entero ligaduras<br />

de espinas ceñían, y cubierta de nubes negras 790<br />

por donde quiera que pasa, postra florecientes los campos<br />

y quema las hierbas y lo alto de las amapolas rae<br />

y con el aflato suyo pueblos y ciudades y casas<br />

mancilla, y por fin de la Tritónide contempla el recinto,<br />

de talentos y de recursos y de festiva paz verdeciente, 795<br />

y apenas contiene las lágrimas porque nada lacrimoso divisa.<br />

Áglauros<br />

Pero después de que en los tálamos penetró de la nacida de Cécrope,<br />

lo ordenado hace y su pecho con una mano de orín teñida<br />

toca y de arponadas zarzas su tórax llena,<br />

y le insufla un dañino jugo, y como la pez por sus huesos 800<br />

disipa y por mitad esparce de su pulmón un veneno,<br />

y <strong>para</strong> que de su mal las causas por un espacio más ancho no vaguen,<br />

a su germana ante sus ojos, y de su hermana el afortunado<br />

matrimonio, y al dios bajo su bella imagen, pone,<br />

y todo grande lo hace; con lo cual excitada, por un dolor 805<br />

oculto la Cecrópide es mordida, y ansiosa de noche,<br />

ansiosa a la luz gime, y en una lenta podre, tristísima,<br />

se disuelve, como el hielo herido por un incierto sol,<br />

y por los bienes no más lenemente se abrasa de la feliz Herse,<br />

que cuando a las espinosas hierbas fuego se les abaja, 810<br />

las cuales, como no dan llamas, sí con suave tibieza se creman.<br />

Muchas veces morir quiso, <strong>para</strong> algo tal no ver,<br />

muchas veces, como un crimen, narrarlo a su rígido padre.<br />

Por fin en el umbral opuesto al que llegaba se sentó,<br />

<strong>para</strong> excluirlo, al dios; a quien, mientras blandimientos y súplicas 815<br />

y palabras le lanzaba suavísimas: «Cesa», le dijo.

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