Las metamorfosis (Versión para imprimir)
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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 84<br />
Libro V<br />
que, de su antiguo ser, en pedernal convertidos fueron al ver a la Medusa.<br />
Que él, aun así, de la horrenda Medusa la figura había contemplado<br />
en el bronce repercutido del escudo que su izquierda llevaba,<br />
y mientras un grave sueño a sus culebras y a ella misma ocupaba<br />
le arrancó la cabeza de su cuello, y que, por sus plumas fugaz, 785<br />
Pégaso, y su hermano, de la sangre de su madre nacidos fueron.<br />
Añadió también de su largo recorrido los no falsos peligros,<br />
qué estrechos, que tierras bajo sí había visto desde el alto,<br />
y qué estrellas había tocado agitando sus alas;<br />
antes de lo deseado calló, aun así; toma la palabra uno 790<br />
del número de los próceres preguntando por qué ella sola de sus hermanas<br />
llevaba entremezcladas alternas sierpes con sus cabellos.<br />
El huésped dice: «Puesto que saber deseas cosas dignas de relato,<br />
recibe de lo preguntado la causa. Clarísima por su hermosura<br />
y de muchos pretendientes fue la esperanza envidiada 795<br />
ella, y en todo su ser más atractiva ninguna parte que sus cabellos<br />
era: he encontrado quien haberlos visto refiera.<br />
A ella del piélago el regidor, que en el templo la pervirtió de Minerva,<br />
se dice: tornóse ella, y su casto rostro con la égida,<br />
la nacida de Júpiter, se tapó, y <strong>para</strong> que no esto impune quedara, 800<br />
su pelo de Górgona mutó en indecentes hidras.<br />
Ahora también, cuando atónitos de espanto aterra a sus enemigos,<br />
en su pecho adverso, las que hizo, sostiene a esas serpientes.<br />
Perseo y Fineo<br />
Y mientras estas cosas, de los cefenos en medio del grupo, de Dánae<br />
el héroe conmemora, de una bronca multitud los reales<br />
atrios se llenan, y el que unas conyugales<br />
fiestas cante no es su clamor, sino el que anuncie fieras armas,<br />
y en repentinos tumultos los convites tornados, 5<br />
asemejarlos a un estrecho podrías, al que, quieto, la salvaje<br />
rabia de los vientos removiendo sus ondas exaspera.<br />
Primero entre ellos, Fineo, de esa guerra el temerario autor,<br />
agitando un astil de fresno con cúspide de bronce:<br />
«Heme aquí», dice, «heme aquí de mi esposa antes de tiempo arrebatada vengador; 10<br />
y ni de mí a ti tus plumas, ni en falso oro tornado<br />
Júpiter te arrebatará». A él, que intentaba dis<strong>para</strong>r, Cefeo: