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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 91<br />

Detractas incluso su gloria y fingida de Medusa<br />

arguyes que es la muerte. «Te daremos a ti prendas de la verdad.<br />

Salvad vuestras luces», Perseo dice, y la cara del rey<br />

con la cara de Medusa pedernal sin sangre hizo.<br />

Pégaso<br />

Hasta aquí a su hermano, nacido del oro, como acompañante 250<br />

la Tritonia se ofreció; después, circundada de una cóncava nube, Serifon<br />

abandonó, a diestra Citnos y Gíaros dejados,<br />

y por donde sobre el ponto el camino parecía el más breve, a Tebas<br />

y el virgíneo Helicón acude; monte que, cuando alcanzó,<br />

en él se apostó y así se dirigió a sus doctas hermanas: 255<br />

«La fama de un nuevo manantial ha arribado hasta nuestros oídos,<br />

el que la dura pezuña del alado hijo de Medusa ha quebrado.<br />

Él la causa de mi camino: he querido el admirable hecho<br />

contemplar; lo vi a él de la materna sangre nacer».<br />

Toma la palabra Urania: «Cualquiera que es la causa <strong>para</strong> ti 260<br />

de ver estas casas, divina, al ánimo gratísima nuestro eres.<br />

Verdadera, aun así, la noticia es: es Pégaso el origen de este<br />

manantial», y a los licores sagrados condujo a Palas.<br />

Quien admirando mucho tiempo, hechas a golpes de pie, las ondas,<br />

de espesuras antiguas las florestas alrededor contempló, 265<br />

y las cavernas y las hierbas adornadas por innumerables flores,<br />

y felices llama al par por su estudio y su lugar<br />

a las Memnónides; a ella así se dirigió una de las hermanas:<br />

Pireneo<br />

«Oh tú, que si tu valentía a obras mayores no te llevara<br />

al partido vendrías, Tritonia, de nuestro coro, 270<br />

verdades dices y con mérito apruebas nuestras artes y lugar,<br />

y una grata suerte, con que seguras sólo estemos, tenemos.<br />

Pero -hasta tal punto vedado está al crimen nada- todo aterra<br />

estas virgíneas mentes, y siniestro ante mi cara Piréneo<br />

ronda y todavía en toda mi mente no me he recobrado. 275<br />

La Dáulide y los campos foceos con su tracio soldado<br />

había hecho cautivos ese feroz, y unos injustos reinos retenía.<br />

A nuestros templos nos dirigíamos parnasios: nos vio cuando marchábamos,<br />

y nuestros númenes venerando con falaz rostro:<br />

«Memnónides», pues nos había reconocido, «deteneos», dijo, 280<br />

«y no dudéis, os suplico, bajo el techo mío esta grave estrella y esta lluvia»<br />

-lluvia había- «en evitar: entraron en menores cabañas

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