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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 62<br />

por el cuerpo y en una prominente curvatura de su espina a doblarse<br />

empieza. A éste Licabas: «¿En qué portentos», dijo,<br />

«te tornas?», y anchas las comisuras y encorvada del que hablaba<br />

la nariz era y escama su piel endurecida sacaba. 675<br />

Mas Libis, que se resistían, mientras quiere revolver los remos,<br />

a un espacio breve atrás saltar sus manos vio, y que ellas<br />

ya no eran manos, que ya aletas podían llamarse.<br />

Otro, a las enroscadas cuerdas deseando echar los brazos,<br />

brazos no tenía y, recorvado, con un trunco cuerpo 680<br />

a las olas saltó: falcada en lo postrero su cola es,<br />

cuales de la demediada luna se curvan los cuernos.<br />

Por todos lados dan saltos y con su mucha aspersión todo rocían<br />

y emergen otra vez y regresan bajo las superficies de nuevo<br />

y de un coro en la apariencia juegan y retozones lanzan 685<br />

sus cuerpos y el recibido mar por sus anchas narinas exhalan.<br />

De hace poco veinte -pues tantos la balsa aquella llevaba-<br />

quedaba solo yo: pávido y helado, temblándome<br />

el cuerpo, y apenas en mí, me afirma el dios, «Sacude», diciendo,<br />

«de tu corazón el miedo y Día alcanza». Arribado a ella 690<br />

accedí a sus sacrificios y los báqueos sacrificios frecuento».<br />

Penteo y Baco (II)<br />

«Hemos prestado a tus largos», Penteo, «rodeos oídos»<br />

dice, «<strong>para</strong> que mi ira con la demora fuerzas soltar pudiera.<br />

De cabeza, servidores, llevaos a éste, y tras ser torturados con siniestros<br />

tormentos sus miembros, bajadlos a estigia noche». 695<br />

En seguida, arrastrado el tirreno Acetes, en sólidos<br />

techos es encerrado; y mientras los crueles instrumentos<br />

de la ordenada muerte y hierro y fuegos se pre<strong>para</strong>n,<br />

por sí mismas se abrieron las puertas y deslizáronse de sus brazos,<br />

por sí mismas, fama es, sin que nadie las soltara, sus cadenas. 700<br />

Persiste el Equiónida y no ya ordena ir, sino que él mismo<br />

camina adonde, elegido <strong>para</strong> hacerse los sacrificios, el Citerón<br />

con cantos y clara de las bacantes la voz sonaba.<br />

Como brama áspero el caballo cuando, bélico, con su bronce canoro,<br />

señales dio el trompeta, y de la batalla cobra el amor, 705<br />

a Penteo así, herido por los largos aullidos, el éter<br />

conmueve, y oído el clamor de nuevo se encandeció su ira.<br />

Del monte casi en la mitad hay, con espesuras los extremos ciñendo,<br />

puro de árboles, visible de todas partes, un llano:

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