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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 141<br />

peste, y por la destrucción de sus ganados muchos payeses, 765<br />

y la suya propia, tuvieron miedo de la fiera. La juventud vecina<br />

acudimos, y los anchos campos en ojeo ceñimos.<br />

Ella, por su ligero salto veloz, superaba las redes<br />

y lo alto de los linos traspasaba de las puestas redes.<br />

Su cópula se quita a los perros, de los que ella, que la perseguían, 770<br />

huye, y su contacto no más lenta que un ave burla.<br />

Se me demanda a mí por consenso grande a mi Lelaps:<br />

de mi regalo, éste el nombre; ya hace tiempo que de sus ataduras lucha<br />

por despojarse él mismo, y con el cuello, al ellas retenerlo, las tensa.<br />

No bien soltado fue, y ya no podíamos dónde estaba 775<br />

saber. De sus pies las huellas el polvo caliente tenía,<br />

él de nuestros ojos se había arrancado: no más rápida que él<br />

una asta, ni sacudidas de la arremolinada honda las balas,<br />

ni el cálamo leve sale de un arco de Gortina.<br />

De mitad de una colina el pico emerge sobre los campos a ella sometidos. 780<br />

Me alzo a él y percibo el espectáculo de una novedosa carrera<br />

en la que ora ser cogida, ora sustraerse de la misma<br />

herida la fiera parece, y no por una senda recta, astuta,<br />

y a un espacio huye, sino que burla la boca de su perseguidor<br />

y vuelve en redondo, <strong>para</strong> que no mantenga su ímpetu su enemigo. 785<br />

La acosa éste, y la sigue pareja y, semejante al que la tuviera,<br />

no la tiene y vanos repite en el aire sus mordiscos.<br />

A la ayuda me volvía yo de mi jabalina, la cual, mientras la derecha mía<br />

la balancea, mientras los dedos en sus correas aplicar intento,<br />

mis luces giré, y, revocadas de nuevo, al mismo sitio 790<br />

las había devuelto: en medio -asombroso- del llano dos mármoles<br />

contemplo. Huir éste, aquél ladrar creerías.<br />

Claro es que invictos ambos en la disputa de esa carrera<br />

que quedaran un dios quiso, si algún dios les asistió a ellos».<br />

Muerte de Procris<br />

Hasta aquí, y calló: «¿Y en la jabalina propia, qué crimen hay?», 795<br />

Foco dice. Y de la jabalina así los crímenes recontó él:<br />

«Nuestros goces el principio son, Foco, de nuestro dolor:<br />

ellos antes te contaré. Agrada, oh, acordarse de ese feliz<br />

tiempo, Eácida, en el que durante los primeros años, como es rito,<br />

con mi cónyuge era feliz, feliz era ella con su marido. 800<br />

Una mutua inquietud a los dos y un amor común nos tenía,<br />

y ni de Júpiter ella a mi amor los tálamos preferiría,

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