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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 224<br />

de su esposa ante el lecho, la desgraciada, se apostó. Mojada parece 655<br />

la barba del marido, y de sus húmedos cabellos fluir pesada ola.<br />

Entonces, en el lecho inclinándose, con llanto sobre su rostro profuso,<br />

tal dice: «¿Reconoces a Ceix, mi muy desgraciada esposa,<br />

o acaso mudado se ha mi faz por la muerte? Mírame: me conocerás<br />

y hallarás, por el esposo tuyo, de tu esposo la sombra. 660<br />

Ninguna ayuda, Alcíone, tus votos nos prestaron.<br />

Hemos muerto. En falso prometerme a ti no quieras.<br />

Nuboso, del Egeo en el mar, sorprendió a la nave<br />

el Austro, y sacudiéndola con su ingente soplo la deshizo,<br />

y la boca nuestra, que tu nombre en vano gritaba, 665<br />

llenaron los oleajes. No esto a ti te anuncia un autor<br />

ambiguo, no esto de vagos rumores oyes:<br />

yo mismo los hados míos a ti, náufrago presente, te revelo.<br />

Levántate, vamos, dame tus lágrimas y de luto vístete, y no a mí,<br />

no llorado, a los inanes Tártaros me envía». 670<br />

Añade a esto una voz Morfeo, que de su esposo ella<br />

creyera ser, llantos también derramar verdaderos<br />

parecido había, y el gesto de Ceix su mano tenía.<br />

Gime hondo Alcíone, llorando, y mueve los brazos<br />

durante el sueño y su cuerpo buscando abraza las auras 675<br />

y grita: «Espera, ¿a dónde te me arrebatas? Iremos a la vez».<br />

Por su propia voz y la apariencia de su marido turbada, el sueño<br />

se sacude y al principio mira alrededor por si está allí<br />

quien hace poco parecido lo había, pues, movidos por su voz sus sirvientes,<br />

entraron una luz. Después que no lo encuentra en parte alguna, 680<br />

se golpea el rostro con la mano y rasga de su pecho los vestidos<br />

y sus pechos mismos hiere y sus cabellos de mesar no cura,<br />

los desgarra, y a la nodriza, que cuál de su luto la causa preguntaba:<br />

«Ninguna Alcíone es, ninguna es», dice, «murió a la vez<br />

con el Ceix suyo. <strong>Las</strong> palabras de consuelo llevaos. 685<br />

Náufrago ha perecido, lo vi y reconocí y mis manos a él<br />

al retirarse, ansiando retenerle, le tendí.<br />

Una sombra era, pero también una sombra, aun así, manifiesta<br />

y de mi marido verdadera. No él ciertamente, si saber lo quieres, tenía<br />

su acostumbrado semblante ni, con el que antes, con tal rostro brillaba. 690<br />

Palideciente y desnudo y todavía mojado su cabello,<br />

infeliz de mí le vi. Apostado el desgraciado aquí, en este<br />

mismo lugar», y busca sus huellas, si alguna resta.

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