Las metamorfosis (Versión para imprimir)
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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 248<br />
es su padre Peleo, es Pirro hijo de él: 155<br />
¿cuál el lugar de Áyax? A Ftía ellas o a Esciros sean llevadas,<br />
y no menos es que éste Teucro primo de Aquiles,<br />
¿mas, acaso las pide él? ¿Acaso, si las pidiera, las llevaría?<br />
Así pues, de nuestras obras puesto que el desnudo certamen se tiene,<br />
más cosas ciertamente he hecho que las que abarcar en mis palabras 160<br />
a mi alcance está: por el orden de tales cosas aun así me guiaré.<br />
Presabedora de su futura muerte, su madre, la Nereia,<br />
disimula con su atavío a él de niño, y había engañado a todos,<br />
entre los cuales a Áyax, del adoptado vestido la falacia:<br />
unas armas yo, que habrían de conmover su ánimo viril, 165<br />
entremetí con las femeninas mercancías, y todavía no se había despojado el héroe<br />
de sus virginales atuendos, cuando a él, la rodela y el asta sosteniendo:<br />
«Nacido de diosa», le dije, «<strong>para</strong> que la destruyas tú se reserva<br />
Pérgamo, ¿cómo dudas en abatir la ingente Troya?»,<br />
y le eché la mano, y, fuerte, a fuertes cosas le envié. 170<br />
Así pues las obras de él mías son: yo a Télefo combatiente<br />
con el asta dominé, y vencido y suplicante lo restablecí.<br />
Que Tebas cayera mío es, a mí acreditad Lesbos,<br />
a mí Ténedos y Crise y Cila, de Apolo las ciudades,<br />
y el que Esciros fuera tomada. Por mi diestra golpeadas 175<br />
considerad que yacieron en el suelo las murallas lirnesias,<br />
y, porque de otros calle, el que al salvaje Héctor perder<br />
pudiera, sin duda os di: por mí yace el ilustre Héctor.<br />
Éstas, por aquéllas armas con las que fue descubierto Aquiles,<br />
armas pido: a él vivo yo se las había dado, tras sus hados las reclamo. 180<br />
«Cuando el dolor de uno solo llegó a todos los dánaos,<br />
y la Áulide de Eubea llenaron mil quillas,<br />
ansiadas mucho tiempo, ningunas o contrarias a la flota<br />
las brisas eran, y duras ordenaron a Agamenón unas venturas,<br />
sin ella merecerlo, que <strong>para</strong> la salvaje Diana a su hija inmolara. 185<br />
Deniega esto su padre, y contra los divinos mismos se encona,<br />
y en el rey, con todo, un padre hay. Yo el tierno natural<br />
de ese padre, con mis palabras, a los públicos intereses volví:<br />
ahora yo, ciertamente lo confieso -y al confeso perdone el Atrida-,<br />
esta difícil causa la sostuve bajo un no justo juez. 190<br />
A él, aun así, la utilidad del pueblo y su hermano y el sumo<br />
poder del cetro a él dado le conmueven, su gloria a que con esa sangre compense.<br />
Se me manda también a su madre, que no de exhortar se había,