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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 97<br />

e ingratas las llama y no del regalo de sus frutos dignas, 475<br />

a Trinacria ante las otras, en la que las huellas de su pérdida<br />

ha hallado. Así pues allí con salvaje mano los arados que vuelven<br />

los terrones quebró, y a una semejante muerte, llena de ira,<br />

a los colonos y a los agrícolas bueyes entregó, y a los campos ordenó<br />

que defraudaran su depósito y fallidas las simientes hizo. 480<br />

La fertilidad de esta tierra, divulgada por el ancho orbe,<br />

falsa yace: mueren los sembrados en sus primeras hierbas<br />

y ya el sol excesivo, excesiva ya la lluvia los arrebata,<br />

y las estrellas y vientos las dañan y ávidas aves<br />

las simientes arrasadas recogen; la cizaña y los tríbulos fatigan 485<br />

las cosechas de trigo, y la inexpugnable grama.<br />

Entonces su cabeza la Alfeia sacó de las eleas ondas<br />

y su rorante pelo de su frente apartó a sus orejas,<br />

y dice: «Oh de la virgen buscada por todo el orbe<br />

y de los granos genetriz, tus inmensos trabajos detén, 490<br />

y no tengas ira, violenta, contra una tierra a ti fiel.<br />

La tierra nada ha merecido y se abrió involuntaria a esa rapiña.<br />

Y no soy por mi patria suplicante: aquí como huéspeda he venido.<br />

Pisa mi patria es y de la Élide traemos los orígenes,<br />

la Sicania como extranjera honro, pero más grata que cualquier 495<br />

suelo esta <strong>para</strong> mí tierra es: estos penates ahora, Aretusa,<br />

esta sede tengo; la cual tú, suavísima, salva.<br />

Mudado de lugar por qué me he, y por las ondas de tanta superficie<br />

sea transportada a Ortigia, llegará <strong>para</strong> esas narraciones mías<br />

una hora tempestiva, cuando tú de tu inquietud aliviado te hayas 500<br />

y semblante mejor tengas. A mí la transitable tierra<br />

me ofrece camino, y por debajo de profundas cavernas arrastrada,<br />

aquí la cabeza saco y unas desacostumbradas estrellas diviso.<br />

Así es que, mientras por el estigio abismo bajo las tierras me deslizo,<br />

vista fue con los ojos nuestros allí tu Prosérpina: 505<br />

ella ciertamente triste, y no todavía sin terror su rostro,<br />

pero reina, aun así, pero la más grande del opaco mundo,<br />

pero aun así la poderosa matrona del tirano infernal».<br />

La madre a las oídas voces quedó suspendida y cual de piedra<br />

y como atónita largo tiempo pareció, y, cuando por el dolor 510<br />

grave su grave ausencia sacudida fue, con sus carros sale<br />

hacia las auras etéreas. Allí, nublado todo su rostro,<br />

ante Júpiter con los cabellos sueltos se detuvo enojada,

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