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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 305<br />

Salgo despedido del carro y, como las correas sujetaban mis miembros,<br />

mis entrañas vivas arrastrar, y mis nervios en el tronco ser retenidas, 525<br />

mis miembros ser arrebatados en parte, en parte enganchados quedar,<br />

mis huesos dar, rotos, un grave sonido, y vieras, agotado,<br />

mi aliento expirar, y ningunas partes en mi cuerpo<br />

que reconocer pudieras: una sola herida era todo.<br />

¿Acaso puedes, u osas, con la calamidad com<strong>para</strong>r nuestra, 530<br />

ninfa, la tuya? Vi también de luz carentes los reinos<br />

y lacerado calenté mi cuerpo del Flegetonte en la onda,<br />

y no, sino con una vigorosa medicina del vástago de Apolo,<br />

devuelta la vida me fuera; la cual, después que con esas fuertes hierbas<br />

y con la ayuda peonia, <strong>para</strong> indignación de Dite, recobré, 535<br />

entonces a mí, <strong>para</strong> que aparecido no aumentara del don este<br />

la envidia, densas me opuso la Cintia unas nubes,<br />

y <strong>para</strong> que estuviera guardado y pudiera impunemente ser visto,<br />

me añadió edad y no reconocible me dejó<br />

el rostro mío y a Creta mucho tiempo dudó si <strong>para</strong> habitarla 540<br />

me entregaría o a Delos. Delos y Creta abandonadas<br />

aquí me puso y un nombre al mismo tiempo, que pudiera mis caballos<br />

evocar, me ordena que deponga y: «Quien fuiste<br />

Hipólito», dijo, «ahora, el mismo, Virbio sé».<br />

Este bosque desde entonces honro y, de los dioses menores uno, 545<br />

bajo el nombre de mi señora me oculto y hacienda suya soy».<br />

Tages. La lanza de Rómulo. Cipo<br />

No, aun así, de Egeria los lutos las ajenas pérdidas<br />

capaces son de aliviar, y de un monte tendida en sus raíces hondas<br />

se disuelve en lágrimas, hasta que por piedad de la doliente<br />

conmovida la hermana de Febo, gélido, de su cuerpo un manantial 550<br />

hizo y sus miembros atenuó en eternas ondas.<br />

También a las ninfas tocó ese nuevo asunto, y de la Amazona el nacido<br />

no de otro modo quedó suspendido que cuando el tirreno labrador<br />

un hadado terrón contempló en mitad de los campos<br />

que por voluntad propia primero, sin que nadie lo agitara, se movía, 555<br />

que tomaba luego la de hombre, de tierra remitía la forma,<br />

y que su boca abría reciente <strong>para</strong> los venideros hados:<br />

los nativos le llamaron Tages, el primero que enseñó<br />

de Etruria a la gente a abrir los casos futuros.<br />

O como en los palatinos collados en otro tiempo, prendida, 560<br />

cuando súbitamente vio brotar Rómulo su asta,

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