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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 153<br />

Riela de sus ojos, espira también por su pecho llama<br />

y como vuela la mole dis<strong>para</strong>da por el tensado nervio<br />

cuando busca o las murallas o llenas de soldado las torres,<br />

contra los jóvenes con su certera así embestida el hiriente cerdo<br />

váse y a Hipalmo y Pelagón que los diestros flancos 360<br />

guadaban postra: sus compañeros arrebataron a los caídos.<br />

Mas no de sus mortíferos golpes escapó Enésimo,<br />

de Hipocoonte simiente. Temblando y sus espaldas aprestando<br />

a volver, segada su corva, le abandonaron sus nervios.<br />

Quizás también el Pilio anteriormente a los troyanos tiempos 365<br />

hubiera desaparecido, pero tomando impulso de su lanza puesta en el suelo<br />

saltó, de un árbol que se erguía próximo, a sus ramas,<br />

y abajo miró, seguro en ese lugar, del que había huido, al enemigo.<br />

Con sus dientes aquel feroz, en un tronco de encina estregados,<br />

se cierne <strong>para</strong> la destrucción y confiando en sus recientes armas 370<br />

del Euritida magno el muslo apuró con su pico corvo.<br />

Mas los gemelos hermanos, todavía no celestes estrellas,<br />

ambos conspicuos, en caballos que la nieve más cándidos<br />

ambos eran portados, ambos, blandiéndolas por las auras<br />

de sus astas batían las guijas con trémulo movimiento. 375<br />

Heridas hubieran hecho, de no ser porque el cerdoso animal entre unas opacas<br />

espesuras se hubiese ido, ni <strong>para</strong> las jabalinas ni <strong>para</strong> el caballo lugares transitables.<br />

Lo persigue Telamón e incauto en su afán por ir,<br />

de bruces por una raíz de un árbol cayó retenido.<br />

Mientras lo levanta a éste Peleo una rápida saeta la Tegeea 380<br />

impuso a su nervio y la expelió de su curvado arco.<br />

Fijada bajo la oreja del fiero desgarró la caña lo alto<br />

de su cuerpo y de sangre enrojeció exigua sus cerdas,<br />

y no, aun así, ella más contenta del éxito de su golpe<br />

que Meleagro estaba: el primero se cree que lo vio, 385<br />

y el primero que a sus compañeros visto mostró el crúor<br />

y que: «Merecido», dijo, «llevarás de tu virtud el honor».<br />

Enrojecieron los varones y a sí mismos se exhortan y añaden<br />

con clamor ánimos y lanzan sin orden sus armas:<br />

su multitud perjudica a los lanzamientos y los impactos que busca impide. 390<br />

He aquí que enfurecido, contra sus hados el Arcadio, el de hacha bifronte:<br />

«Aprended, frente a las femeninas, cuánto las armas viriles aventajan,<br />

oh jóvenes, y a la obra mía ceded», dijo.<br />

«Aunque la propia Latonia a él con sus armas lo proteja,

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