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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 281<br />

Aumenta cada uno sus fuerzas con externo vigor<br />

y muchos a los rútulos, muchos los campamentos troyanos 455<br />

guardan, y no Eneas a las murallas de Evandro en vano,<br />

mas Vénulo en vano a la ciudad del prófugo Diomedes había ido.<br />

Diomedes<br />

Él ciertamente bajo el Iápige Dauno unas muy grandes<br />

murallas había fundado y sus dotales campos poseía.<br />

Pero Vénulo, después que los encargos de Turno llevó a cabo 460<br />

y auxilio busca, sus fuerzas el héroe etolio<br />

excusa: que ni él ni de su suegro los pueblos mandar a la batalla<br />

quería, o a los que de la gente suya armara,<br />

que no tenía ningunos: «Y <strong>para</strong> que esto inventado no creáis,<br />

aunque con el recuerdo los lutos se renueven amargos, 465<br />

sufriré el recordarlos aun así. Después que la alta Ilión quemado se hubo,<br />

y de que Pérgamo apacentó las dánaas llamas,<br />

y de que el héroe Naricio, de la Virgen a una virgen al arrebatar,<br />

el castigo que mereció él solo distribuyó a todos,<br />

nos dispersamos, y por los vientos arrebatados a través de enemigas 470<br />

superficies, las corrientes, la noche, las lluvias, la ira del cielo y del mar<br />

sufrimos los dánaos, y, el colmo, el desastre del Cafereo,<br />

y <strong>para</strong> no demorarme refiriendo estos tristes lances por su orden,<br />

Grecia entonces le pudo a Príamo incluso digna de llanto parecer.<br />

A mí, aun así, salvado, el cuidado de la armada Minerva 475<br />

me arrebató de los oleajes, pero de los campos de la patria de nuevo<br />

se me expulsa, y memoriosos castigos de su antigua herida<br />

me exige la nutricia Venus, y tan grandes penalidades<br />

por las altas superficies sostuve, tan grandes en terrestres armas,<br />

que yo felices aquellos he muchas veces llamado 480<br />

a los que la común tempestad y el importuno Cafereo<br />

sumergió en las aguas, y quisiera que de ellos parte una hubiera sido yo.<br />

Lo último ya habiendo soportado mis acompañantes en la guerra y en el estrecho,<br />

abandonan, y un fin ruegan de ese errar, mas Acmon,<br />

de férvido ingenio, entonces verdaderamente también por las calamidades áspero: 485<br />

«¿Qué queda que ya la paciencia vuestra rehúse<br />

soportar, varones?», dijo. «¿Qué tiene Citerea que más allá<br />

-que quiera, supón- nos haga? Pues mientras cosas peores se temen<br />

hay <strong>para</strong> los votos un lugar: la suerte, en cambio, cuando es la peor que existe,<br />

bajo esos pies el temor está, y es seguro el extremo de las desgracias. 490<br />

Aunque lo oiga ella, aunque, lo cual hace, nos odie a todos

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