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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 32<br />

-pues enconado está- y de su nacido les acusa e imputa a ellos. 400<br />

Júpiter y Calisto<br />

Mas el padre omnipotente las ingentes murallas del cielo<br />

rodea y que no haya algo vacilante, por las fuerzas del fuego<br />

derruido, explora. <strong>Las</strong> cuales, después de que firmes y con su reciedumbre<br />

propia que están ve, las tierras y los trabajos de los hombres<br />

indaga. El de la Arcadia suya, aun así, es su más precioso 405<br />

cuidado, y sus fontanas y, las que todavía no osaban bajar,<br />

sus corrientes restituye, da a la tierra gramas, frondas<br />

a los árboles, y ordena retoñar, lastimadas, a las espesuras.<br />

Mientras vuelve y va incesante, en una virgen nonacrina<br />

quedó prendido, y encajados caldearon bajo sus huesos unos fuegos. 410<br />

No era de ella obra la lana mullir tirando,<br />

ni de disposición variar los cabellos: cuando un broche su vestido,<br />

una cinta sujetara blanca sus descuidados cabellos,<br />

y ora en la mano una leve jabalina, ora tomara el arco,<br />

un soldado era de Febe, y no al Ménalo alcanzó alguna 415<br />

más grata que ella a Trivia. Pero ninguna potencia larga es.<br />

Más allá de medio su espacio el sol alto ocupaba,<br />

cuando alcanza ella un bosque que ninguna edad había cortado.<br />

Despojó aquí su hombro de su aljaba y los flexibles arcos<br />

destensó, y en el suelo, que cubriera la hierba, yacía, 420<br />

y su pinta aljaba, con su cuello puesto, hundía.<br />

Júpiter cuando la vio, cansada y de custodia libre:<br />

«Este hurto, ciertamente, la esposa mía no sabrá», dice,<br />

«o si lo vuelve a saber, son, oh, son unas disputas por tanto...».<br />

Al punto se viste de la faz y el culto de Diana 425<br />

y dice: «Oh, de las acompañantes mías, virgen, parte única,<br />

¿en qué sierras has cazado?». Del césped la virgen<br />

se eleva y: «Salud, numen a mi juicio», dijo,<br />

«aunque lo oiga él mismo, mayor que Júpiter». Ríe y oye,<br />

y de que a él, a sí mismo, se prefiera se goza y besos le une 430<br />

ni moderados bastante, ni que así una virgen deba dar.<br />

En qué espesura cazado hubiera a la que a narrar se disponía,<br />

la impide él con su abrazo, y no sin crimen se delata.<br />

Ella, ciertamente, en contra, cuanto, sólo una mujer, pudiera<br />

-ojalá lo contemplaras, Saturnia, más compasiva serías-, 435<br />

ella, ciertamente, lucha, pero ¿a quién vencer una muchacha,<br />

o quién a Júpiter podría? Al éter de los altísimos acude vencedor

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