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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 238<br />

Agradable en su cara el vigor; su cuello y hombros y manos<br />

y pecho a las alabadas esculturas de los artistas próximos,<br />

y por doquiera que hombre es; ni tampoco la del caballo imperfecta y peor<br />

bajo aquel hombre la hermosura: dale cuello y cabeza 400<br />

y de Cástor digno será: así su espalda montable, así son<br />

sus pechos excelsos de sus toros. Todo que la pez negra más negro,<br />

cándida la cola, en cambio. Su color es también, de las piernas, blanco.<br />

Muchas a él lo pretendieron de su raza, pero una sola<br />

se lo llevó, Hilónome, que la cual ninguna más hermosa mujer entre 405<br />

los mediofieras habitó en los altos bosques.<br />

Ella con sus ternuras y amándole, y que le amaba confesando,<br />

a Cílaro sola tiene, de su ornato también, cuanto en esos<br />

miembros existir puede, que sea su pelo por el peine liso,<br />

que ora de rosmarino, ora de viola o rosa 410<br />

se rodee, alguna vez que canecientes lirios lleve,<br />

y dos veces al día, bajados del vértice del pagáseo bosque,<br />

en sus manantiales su rostro lave, dos veces en su caudal su cuerpo moje,<br />

y que no, salvo las que le honren, de selectas fieras,<br />

o a su hombro o a su costado izquierdo tienda pieles. 415<br />

Parejo amor hay en ellos: vagan en los montes a una,<br />

grutas a la vez alcanzan. Y también entonces de los Lápitas a los techos<br />

habían entrado a la par, a la vez esas fieras guerras hacían.<br />

El autor en duda está: una jabalina de la parte izquierda<br />

llega, y más abajo que al cuello el pecho sostiene, 420<br />

Cílare, te clavó. Su corazón, de esa pequeña herida alcanzado,<br />

junto con su cuerpo entero después que el arma fue sacada se enfrió.<br />

En seguida Hilónome recibe murientes sus miembros<br />

e imponiéndole la mano la herida le calienta y su boca a la boca<br />

le acerca y su aliento que escapa impedir intenta. 425<br />

Cuando lo ve extinguido, tras decirle cosas que el griterío a mis oídos<br />

vedó llegar, sobre el arma que dentro de él prendida estaba<br />

se echó, y muriendo se abrazó a su marido.<br />

«Ante mis ojos está también aquel que, de a seis, ató<br />

entre sí con entrelazados nudos de leones unas pieles, 430<br />

Feócomes, protegiéndose a la vez al hombre y al caballo,<br />

el cual, un tronco lanzando que apenas un par de yuntas moverían,<br />

a Téctalo el Olénida desde el extremo de su cabeza lo rompió.<br />

[Roto quedó el contorno más ancho de su cabeza, y a través de su boca<br />

y a través de sus huecas narices, por los ojos y las orejas, el cerebro 435

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