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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 235<br />

Herido él de sus erizados cabellos el ávido fuego sacude, 280<br />

y hacia sus hombros un umbral de la tierra arrancado<br />

levanta, carga de un carro, el cual, que no llegue a lanzar contra el enemigo<br />

su mismo peso hace. A un aliado también la mole de roca<br />

aplastó, que en un espacio estaba más cercano, a Cometes.<br />

Sus goces no retiene Reto: «Así, yo lo suplico», dice, 285<br />

«el resto de esta multitud, de los cuarteles tuyos, sea fuerte»,<br />

y con el medio quemado tronco renueva repetidamente la herida,<br />

y tres y cuatro veces con un grave golpe las junturas de su cabeza<br />

rompe y se asentaron sus huesos, líquido, en su cerebro.<br />

Vencedor hacia Evagro y Córito y Drías pasa. 290<br />

De los cuales, cuando cubierto en sus mejillas con su primer bozo<br />

sucumbió Córito: «De un muchacho derribado qué gloria<br />

nacido <strong>para</strong> ti ha», Evagro dice, y decir más Reto<br />

no consiente y, feroz, en la abierta boca del que hablaba<br />

sepultó de ese hombre, y a través de su boca en su pecho, rutilantes, esas llamas. 295<br />

A ti también, salvaje Drías, alrededor de tu cabeza blandiendo el fuego<br />

te persigue, pero no contra ti también consiguió el mismo<br />

resultado: a él que de su asidua matanza por el éxito se congratulaba,<br />

por donde unida está al hombro la cerviz, con una estaca le clavas, al fuego tostada.<br />

Gimió hondo, y de su duro hueso la estaca apenas se arrancó 300<br />

Reto y él mismo de su sangre empapado huye.<br />

Huye también Orneo y Licabante y herido en su hombro<br />

derecho Medón y con Pisénor Taumante,<br />

y el que poco antes en el certamen de los pies había vencido a todos,<br />

Mérmero -encajada entonces una herida más lento iba-, 305<br />

y Folo y Melaneo y Abante, el azote de los jabalíes,<br />

y el que a los suyos en vano de la guerra había disuadido, el augur<br />

Ástilo. Él además, al que temía las heridas, a Neso:<br />

«No huyas. Para los hercúleos», dice, «arcos reservado serás».<br />

Mas no Eurínomo, y Lícidas, y Areo e Ímbreo 310<br />

escaparon a la muerte, a los cuales todos la diestra de Drías<br />

abatió, a él enfrentados. De frente tu también, aunque<br />

tus espaldas a la huida habías dado, tu herida, Creneo, llevaste,<br />

pues grave un hierro, al volver la mirada, entre los dos ojos<br />

por donde la nariz a lo más bajo se une, encajas. 315<br />

«En ese tan gran bramido por todas sin fin sus venas yacía<br />

dormido y sin despabilarse Afidas,<br />

y en su languideciente mano una copa mezclada sostenía,

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