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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 27<br />

y de que más bajo que los suyos corran los fraternos caballos<br />

la Luna se admira, y abrasadas las nubes humean.<br />

Se prende en llamas, según lo que está más alto, la tierra, 210<br />

y hendida produce grietas, y de sus jugos privada se deseca.<br />

Los pastos canecen, con sus frondas se quema el árbol,<br />

y materia presta <strong>para</strong> su propia perdición el sembrado árido.<br />

De poco me quejo: grandes perecen, con sus murallas, ciudades,<br />

y con sus pueblos los incendios a enteras naciones 215<br />

en ceniza tornan; las espesuras con sus montes arden,<br />

arde el Atos y el Tauro cílice y el Tmolo y el Oete<br />

y, entonces seco, antes abundantísimo de fontanas, el Ide,<br />

y el virgíneo Helicón y todavía no de Eagro el Hemo.<br />

Arde a lo inmenso con geminados fuegos el Etna 220<br />

y el Parnaso bicéfalo y el Érix y el Cinto y el Otris<br />

y, que por fin de nieves carecería, el Ródope, y el Mimas<br />

y el Díndima y el Mícale y nacido <strong>para</strong> lo sagrado el Citerón,<br />

y no le aprovechan a Escitia sus fríos: el Cáucaso arde<br />

y el Osa con el Pindo y mayor que ambos el Olimpo, 225<br />

y los aéreos Alpes y el nubífero Apenino.<br />

Entonces en verdad Faetón por todas partes el orbe<br />

mira incendiado, y no soporta tan grandes calores,<br />

e hirvientes auras, como de una fragua profunda,<br />

con la boca atrae, y los carros suyos encandecerse siente; 230<br />

y no ya las cenizas, y de ellas arrojada la brasa,<br />

soportar puede, y envuelto está por todos lados de caliente humo,<br />

y a dónde vaya o dónde esté, por una calina como de pez cubierto,<br />

no sabe, y al arbitrio de los voladores caballos es arrebatado.<br />

De su sangre, entonces, creen, al exterior de sus cuerpos llamada, 235<br />

que los pueblos de los etíopes trajeron su negro color.<br />

Entonces se hizo Libia, arrebatados sus humores con ese bullir,<br />

árida, entonces las ninfas, con sueltos cabellos, a sus fontanas<br />

y lagos lloraron: busca Beocia a su Dirce,<br />

Argos a Amímone, Éfire a las pirénidas ondas. 240<br />

Y tampoco las corrientes, las agraciadas con riberas distantes de lugar,<br />

seguras permanecen: en mitad el Tanais humeaba de sus ondas,<br />

y también Peneo el viejo y el teutranteo Caíco<br />

y el veloz Ismeno con el fegíaco Erimanto<br />

y el que habría de arder de nuevo, el Janto, y el flavo Licormas 245<br />

y el que juega, el Meandro, entre sus recurvadas ondas,

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