Las metamorfosis (Versión para imprimir)
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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 45<br />
incustodiada, lentamente ve ir a una novilla, 15<br />
sin que ningún signo de servidumbre en su cerviz llevara.<br />
La sigue, y, marcado, lee las huellas de su paso,<br />
y al autor de su ruta, a Febo, taciturno, adora.<br />
Ya los vados del Cefiso, y de Pánope había evadido los campos:<br />
la res se detuvo y levantando, especiosa con sus cuernos altos, 20<br />
al cielo su frente, con mugidos impulsó las auras,<br />
y así, volviéndose a mirar a los acompañantes que sus espaldas seguían,<br />
se postró, y su costado abajó en la tierna hierba.<br />
Cadmo da las gracias y a esa peregrina tierra besos<br />
une, y desconocidos montes y campos saluda. 25<br />
Sus sacrificios a Júpiter a hacer iba: manda ir a unos ministros<br />
y buscar, las que libaran, de las vivas fontanas ondas.<br />
Una espesura vieja se alzaba, por ninguna segur violada,<br />
y una gruta en el medio, de varas y mimbre densa,<br />
efectuando, humilde en sus ensambladuras de piedra, un arco, 30<br />
fecunda en fértiles aguas; donde, escondida en su caverna,<br />
una serpiente de Marte había, por sus crestas insigne y su oro:<br />
de fuego rielan sus ojos, su cuerpo henchido todo de veneno,<br />
y tres rielan sus lenguas, en tríplice orden se alzan sus dientes.<br />
Esta floresta, después de que los marchados del pueblo tirio 35<br />
con infausto paso tocaron, y, bajada a las ondas,<br />
la urna hizo un sonido, la cabeza sacó de su larga caverna<br />
la azulada serpiente y horrendos silbidos lanzó.<br />
Se derramaron las urnas de sus manos, y la sangre abandonó<br />
su cuerpo y un súbito temblor ocupa atónitos sus miembros. 40<br />
Ella, escamosos, en volubles nexos sus orbes<br />
tuerce, y de un salto se curva en inmensos arcos,<br />
y en más de media parte erguida hacia las leves auras<br />
bajo sí contempla todo el bosque y de tan grande cuerpo es, cuanto,<br />
si toda la contemplas, la que se<strong>para</strong> a las gemelas Osas. 45<br />
Y no hay demora, a los fenicios, ya si <strong>para</strong> ella las armas pre<strong>para</strong>ban<br />
ya si la huida, ya si el mismo temor les prohibía ambas cosas,<br />
ocupa: a éstos de un mordisco, de largos abrazos a aquéllos,<br />
a éstos mata con el aflato de su funesto -de su podre- veneno.<br />
Había hecho exiguas ya el sol, altísimo, las sombras: 50<br />
qué demora sea la de sus compañeros asombra de Agenor al nacido,<br />
y rastrea a los hombres. Su cobertor, desgarrado de un león,<br />
el pellejo era, su arma una láncea de esplendente hierro,