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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 148<br />

y corriendo a su encuentro mira las ondas que han de venir<br />

y ahora hacia sus manantiales, ahora hacia el mar abierto vuelto, 165<br />

sus inciertas aguas fatiga: así Dédalo llena,<br />

innumerables de error, sus vías, y apenas él regresar<br />

al umbral pudo: tanta es la falacia de ese techo.<br />

En el cual, después que la geminada figura de toro y joven<br />

encerró y al monstruo, con actea sangre dos veces pastado, 170<br />

el tercer sorteo lo dominó, repetido a los novenos años,<br />

y cuando con ayuda virgínea fue encontrada, no reiterada<br />

por ninguno de los anteriores, esa puerta difícil con el hilo recogido,<br />

al punto el Egida, raptada la Minoide, a Día<br />

velas dio, y a la acompañante suya, cruel, en aquel 175<br />

litoral abandonó. A ella, abandonada y de muchas cosas lamentándose,<br />

sus abrazos y su ayuda Líber le ofreció, y <strong>para</strong> que por una perenne<br />

estrella clara fuera, cogida de su frente su corona,<br />

la envió al cielo. Vuela ella por las tenues auras<br />

y mientras vuela sus gemas se tornan en nítidos fuegos 180<br />

y se detienen en un lugar -el aspecto permaneciendo de corona-,<br />

que medio del que se apoya en su rodilla está, y del que la sierpe tiene.<br />

Dédalo e Ícaro<br />

Dédalo entre tanto, por Creta y su largo exilio<br />

lleno de odio, y tocado por el amor de su lugar natal,<br />

encerrado estaba en el piélago. «Aunque tierras», dice, «y ondas 185<br />

me oponga, mas el cielo ciertamente se abre; iremos por allá.<br />

Todo que posea, no posee el aire Minos».<br />

Dijo y su ánimo remite a unas ignotas artes<br />

y la naturaleza innova. Pues pone en orden unas plumas,<br />

por la menor empezadas, a una larga una más breve siguiendo, 190<br />

de modo que en pendiente que habían crecido pienses: así la rústica fístula<br />

un día paulatinamente surge, con sus dispares avenas.<br />

Luego con lino las de en medio, con ceras aliga las de más abajo,<br />

y así, compuestas en una pequeña curvatura, las dobla<br />

<strong>para</strong> que a verdaderas aves imite. El niño Ícaro a una 195<br />

estaba, e ignorando que trataban sus propios peligros,<br />

ora con cara brillante, las que la vagarosa aura había movido,<br />

intentaba apoderarse de esas plumas, ora la flava cera con el pulgar<br />

mullía, y con el juego suyo la admirable obra<br />

de su padre impedía. Después que la mano última a su empresa 200<br />

impuesto se hubo, su artesano balanceó en sus gemelas alas

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