Las metamorfosis (Versión para imprimir)
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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 53<br />
pues de unas grandes serpientes, uniéndose en la verde<br />
espesura, sus dos cuerpos a golpe de su báculo había violentado, 325<br />
y, de varón, cosa admirable, hecho hembra, siete<br />
otoños pasó; al octavo de nuevo las mismas<br />
vio y: «Es si tanta la potencia de vuestra llaga»,<br />
dijo, «que de su autor la suerte en lo contrario mude:<br />
ahora también os heriré». Golpeadas las culebras mismas, 330<br />
su forma anterior regresa y nativa vuelve su imagen.<br />
El árbitro este, pues, tomado sobre la lid jocosa,<br />
las palabras de Júpiter afirma; más gravemente la Saturnia de lo justo,<br />
y no en razón de la materia, cuéntase que se dolió,<br />
y de su juez con una eterna noche dañó las luces. 335<br />
Mas el padre omnipotente -puesto que no es lícito vanos a ningún<br />
dios los hechos hacer de un dios-, por la luz arrebatada,<br />
saber el futuro le dio y un castigo alivió con un honor.<br />
Narciso y Eco<br />
Él, por las aonias ciudades, por su fama celebradísimo,<br />
irreprochables daba al pueblo que las pedía sus respuestas. 340<br />
La primera, de su voz, por su cumplimiento ratificada, hizo la comprobación<br />
la azul Liríope, a la que un día en su corriente curva<br />
estrechó, y encerrada el Cefiso en sus ondas<br />
fuerza le hizo. Expulsó de su útero pleno bellísima<br />
un pequeño la ninfa, ya entonces que podría ser amado, 345<br />
y Narciso lo llama, del cual consultado si habría<br />
los tiempos largos de ver de una madura senectud,<br />
el fatídico vate: «Si a sí no se conociera», dijo.<br />
Vana largo tiempo parecióle la voz del augur: el resultado a ella,<br />
y la realidad, la hace buena, y de su muerte el género, y la novedad de su furor. 350<br />
Pues a su tercer quinquenio un año el Cefisio<br />
había añadido y pudiera un muchacho como un joven parecer.<br />
Muchos jóvenes a él, muchas muchachas lo desearon.<br />
Pero -hubo en su tierna hermosura tan dura soberbia-<br />
ninguno a él, de los jóvenes, ninguna lo conmovió, de las muchachas. 355<br />
Lo contempla a él, cuando temblorosos azuzaba a las redes a unos ciervos,<br />
la vocal nifa, la que ni a callar ante quien habla,<br />
ni primero ella a hablar había aprendido, la resonante Eco.<br />
Un cuerpo todavía Eco, no voz era, y aun así, un uso,<br />
gárrula, no distinto de su boca que ahora tiene tenía: 360<br />
que devolver, de las muchas, las palabras postreras pudiese.