Las metamorfosis (Versión para imprimir)
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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 25<br />
Cortada en oblicuo hay, de ancha curvatura, una senda, 130<br />
y, con la frontera de tres zonas contentándose, del polo<br />
rehúye austral y, vecina a los aquilones, de la Osa.<br />
Por aquí sea tu camino: manifiestas de mi rueda las huellas divisarás;<br />
y <strong>para</strong> que soporten los justos el cielo y la tierra calores,<br />
ni hundas ni yergas por los extremos del éter el carro. 135<br />
Más alto pasando los celestes techos quemarás,<br />
más bajo, las tierras: por el medio segurísimo irás.<br />
Tampoco a ti la más diestra te decline hacia la torcida Serpiente,<br />
ni tu más siniestra rueda te lleve, hundido, al Ara.<br />
Entre ambos manténte. A la Fortuna lo demás encomiendo, 140<br />
la cual te ayude, y que mejor que tú por ti vele, deseo.<br />
Mientras hablo, puestas en el vespertino litoral, sus metas<br />
la húmeda noche ha tocado; no es la demora libre <strong>para</strong> nos.<br />
Se nos reclama, y fulge, las tinieblas ahuyentadas, la Aurora.<br />
Coge en la mano las riendas, o, si un mudable pecho 145<br />
es el tuyo, los consejos, no los carros usa nuestros.<br />
Mientras puedes y en unas sólidas sedes todavía estás,<br />
y mientras, mal deseados, todavía no pisas, ignorándolos, mis ejes,<br />
las que tú seguro contemples, déjame dar, las luces a las tierras».<br />
Ocupa él con su juvenil cuerpo el leve carro 150<br />
y se aposta encima, y de que a sus manos las leves riendas hayan tocado<br />
se goza, y las gracias da de ello a su contrariado padre.<br />
Entre tanto, voladores, Pirois, y Eoo y Eton,<br />
del Sol los caballos, y el cuarto, Flegonte, con sus relinchos llameantes<br />
las auras llenan y con sus pies las barreras baten. 155<br />
<strong>Las</strong> cuales, después de que Tetis, de los hados ignorante de su nieto,<br />
retiró, y hecha les fue provisión del inmenso cielo,<br />
cogen la ruta y sus pies por el aire moviendo<br />
a ellos opuestas hienden las nubes, y con sus plumas levitando<br />
atrás dejan, nacidos de esas mismas partes, a los Euros. 160<br />
Pero leve el peso era y no el que conocer pudieran<br />
del Sol los caballos, y de su acostumbrado peso el yugo carecía,<br />
y como se escoran, curvas, sin su justo peso las naves,<br />
y por el mar, inestables por su excesiva ligereza, vanse,<br />
así, de su carga acostumbrada vacío, da en el aire saltos 165<br />
y es sacudido hondamente, y semejante es el carro a uno inane.<br />
Lo cual en cuanto sintieron, se lanzan, y el trillado espacio<br />
abandonan los cuadríyugos, y no en el que antes orden corren.