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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 295<br />

tiñe, previamente vistos quizás en la fluida onda. 135<br />

En seguida, arrancadas de su viviente pecho sus entrañas<br />

las inspeccionan y las mentes de los dioses escrutan en ellas.<br />

Después -¿el hambre en el hombre tan grande es de los alimentos prohibidos?-<br />

osáis comerlo, oh género mortal, lo cual suplico<br />

no haced y a los consejos vuestros ánimos volved nuestros, 140<br />

y cuando de las reses asesinadas deis sus miembros al paladar,<br />

que coméis vosotros sabed, y sentid, a vuestros colonos.<br />

Y ya que un dios mi boca mueve, obedeceré al dios que mi boca<br />

mueve ritualmente, y los Delfos míos y el propio éter<br />

abriré y descerraré los oráculos de una augusta mente. 145<br />

Grandes cosas y no investigadas por los talentos de los predecesores<br />

y que largo tiempo han estado ocultas cantaré. Place ir a través de los altos<br />

astros, place las tierras y su inerte sede dejada<br />

en una nube viajar y en los hombros asentarse de Atlas,<br />

y a los diseminados hombres por todos lados y de razón carentes 150<br />

abajo contemplar desde lejos, y agitados y de su final temerosos<br />

así exhortar y la sucesión revelarles de su hado:<br />

Oh género de los atónitos por el miedo de la helada muerte,<br />

¿por qué a la Estige, por qué las tinieblas y nombres vanos teméis,<br />

materia de los poetas, peligros de un falso mundo? 155<br />

Los cuerpos, ya la hoguera con su llama, o ya con su consunción<br />

la vejez los arrebatare, males poder sufrir ningunos creáis.<br />

De muerte carecen las almas y su anterior sede abandonada<br />

en nuevas casas viven y habitan, en ellas recibidas.<br />

Yo mismo, pues lo recuerdo, en el tiempo de la guerra de Troya 160<br />

el Pantoida Euforbo era, al que en su pecho un día clavó,<br />

a él enfrentado, la pesada asta del menor Atrida.<br />

He conocido el escudo, de la izquierda nuestra los fardos,<br />

hace poco, en el templo de Juno, en la Abantea Argos.<br />

Todas las cosas se mutan, nada perece: erra y de allí 165<br />

<strong>para</strong> acá viene, de aquí <strong>para</strong> allá, y cualesquiera ocupa miembros<br />

el espíritu, y de las fieras a los humanos cuerpos pasa,<br />

y a las fieras el nuestro, y no se destruye en tiempo alguno,<br />

y, como se acuña la fácil cera en nuevas figuras,<br />

y no permanece como fuera ni la forma misma conserva, 170<br />

pero aun así ella la misma es: que el alma así siempre la misma<br />

es, pero que migra a variadas figuras, enseño.<br />

Así pues, <strong>para</strong> que la piedad no sea vencida por el deseo del vientre,

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