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Las metamorfosis (Versión para imprimir)

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<strong>Las</strong> <strong>metamorfosis</strong> (<strong>Versión</strong> <strong>para</strong> <strong>imprimir</strong>) 86<br />

áurea; ornaban gargantillas de oro su cuello<br />

y, rezumantes de mirra, un curvado pasador sus cabellos;<br />

él ciertamente, lanzándoles la jabalina, cosas, aun distantes,<br />

en atravesar docto era, pero en tender más docto los arcos. 55<br />

Entonces también a él, que con flexible mano doblaba los cuernos, Perseo<br />

con un palo que en medio puesto del ara humeaba<br />

lo derribó, y entre sus quebrados huesos confundió su cara.<br />

A él, cuando su alabado rostro agitando en la sangre<br />

el asirio lo vio Licabante, unidísimo a él 60<br />

y su compañero y de su verdadero amor no disimulador,<br />

después que al que exhalaba la vida bajo su amarga herida<br />

lloró, a Atis, esos arcos que él había tensado<br />

arrebató y: «Conmigo sean tus combates», dijo,<br />

«y no largo te alegrarás del hado de un muchacho, por el que más 65<br />

deshonra que gloria tienes». Esto todo todavía no<br />

había dicho: rieló de su nervio un penetrante dardo,<br />

y, evitado, aun así, de su ondulado vestido quedó colgando.<br />

Torna contra él su arpón, contemplado en la muerte de Medusa,<br />

el Acrisioníada, y lo entra en su pecho; mas él, 70<br />

ya muriendo, con ojos que nadaban bajo una noche negra<br />

alrededor buscó a Atis, y se inclinó hacia él,<br />

y se llevó a los manes los consuelos de su unida muerte.<br />

He aquí que el sienita Forbas, nacido de Metíon,<br />

y el libio Anfimedonte, ávidos de acometer la lucha, 75<br />

con la sangre con la que ampliamente la tierra humedecida se templaba<br />

habían caído resbalando; al levantarse se lo impide una espada,<br />

del uno en su costado, de Forbas en la garganta traspasada.<br />

Mas no al Actórida Érito, cuya arma una ancha<br />

segur bifronte era, Perseo busca acercándole su espada, sino que, con altos 80<br />

relieves protuberante y por el peso de su mucha masa<br />

ingente, con las dos manos levanta una cratera,<br />

y se la estrella al hombre; vomita él rútilo crúor,<br />

y hacia atrás cayendo la tierra con su moribunda cabeza golpea.<br />

Después a Polidegmon, de la sangre de Semíramis nacido, 85<br />

y al caucasio Ábaris y al Esperquionida Liceto<br />

e intonso de pelo a Hélice, y a Flegias y a Clito<br />

abate y los erigidos montones de murientes pisa.<br />

Y Fineo, no osando correr cuerpo a cuerpo hacia su enemigo,<br />

blande una jabalina: a ella su vagar hizo caer en Ida, 90

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