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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

30<br />

<strong>El</strong> guardia de seguridad Claude Grouard sentía que la rabia lo invadía<br />

mientras custodiaba a aquel hombre postrado a sus pies, delante de la Mona<br />

Lisa. «¡Ese cabrón había matado a Jacques Saunière.» Y Saunière había sido<br />

como un padre para él y para todo el equipo de seguridad.<br />

Nada le hubiera apetecido más que apretar el gatillo y hundirle una<br />

bala en la espalda a Robert Langdon. Grouard era de los pocos miembros de<br />

la plantilla que estaban autorizados a llevar armas. Sin embargo, se recordó<br />

a sí mismo que al matarlo sólo le haría un favor y le ahorraría el calvario que<br />

Bezu Fache estaba a punto de comunicarle y que le aguardaba en el sistema<br />

penitenciario francés.<br />

Grouard se sacó el walkie-talkie del cinturón e intentó pedir refuerzos,<br />

pero sólo oyó el chisporroteo del vacío. Los dispositivos adicionales de<br />

seguridad que había en aquella sala siempre interferían en las<br />

comunicaciones de los guardias. «Voy a tener que acercarme hasta la<br />

puerta.» Sin dejar de apuntar a Langdon con el arma, Grouard empezó a<br />

caminar hacia atrás lentamente, acercándose a la entrada. Cu<strong>and</strong>o ya había<br />

dado tres pasos, vio algo que le hizo detenerse en seco.<br />

«¿Pero qué diablos es esto?»<br />

Más o menos en el centro de la sala se había materializado un<br />

espejismo. Una silueta. ¿Es que había alguien más allí? Una mujer se movía<br />

en la oscuridad, avanz<strong>and</strong>o a gr<strong>and</strong>es zancadas hacia el otro extremo de la<br />

pared izquierda. Frente a ella, un haz de luz violeta recorría el suelo una y<br />

otra vez, como si estuviera busc<strong>and</strong>o algo con una linterna especial.<br />

—Qui est la? —preguntó Grouard constat<strong>and</strong>o que la adrenalina se le<br />

estaba dispar<strong>and</strong>o por segunda vez en los últimos treinta segundos.<br />

—PTS —respondió la mujer sin inmutarse y sin dejar de revisar el suelo<br />

con la linterna.<br />

«Policía Técnica y Científica.» Grouard estaba empez<strong>and</strong>o a sudar.<br />

«¡Creía que todos los agentes se habían ido!» Ahora sí se dio cuenta de que la<br />

luz de la linterna era de rayos ultravioleta, instrumento habitual de los<br />

miembros de la Policía Científica, pero seguía sin entender porqué aquella<br />

agente estaba busc<strong>and</strong>o pruebas en aquella sala.<br />

—Votre nom! —gritó Grouard, a quien su instinto le decía que allí había<br />

algo que no encajaba—. Répondez!<br />

—Cest moi —dijo la voz en un francés reposado—. Sophie Neveu.<br />

En algún pliegue recóndito de su cerebro, el nombre le decía algo.<br />

«Sophie Neveu?» Aquel era el nombre de la nieta de Saunière, ¿no? De<br />

pequeña venía muchas veces al museo, pero de eso hacía ya muchos años.<br />

«¡No puede ser ella!» Y aunque lo fuera, no era motivo suficiente para<br />

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