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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

—Lo ha hecho cumpliendo instrucciones mías. Lo único que siento es<br />

que hayas tenido que estar cautivo tanto tiempo.<br />

—<strong>El</strong> dolor físico no me importa. Lo importante es que la clave sea<br />

nuestra.<br />

—Sí, tienes que hacérmela llegar al momento. <strong>El</strong> tiempo apremia.<br />

Silas estaba impaciente por conocer cara a cara a <strong>El</strong> Maestro.<br />

—Sí, señor, será un honor para mí.<br />

—Preferiría que fuera Rémy quien me la trajera.<br />

«¿Rémy?» Aquello no se lo esperaba. Después de todo lo que había<br />

hecho por <strong>El</strong> Maestro, creía que sería él quien le entregara personalmente el<br />

premio. «¿Así que <strong>El</strong> Maestro tiene preferencia por Rémy?»<br />

—Detecto tu decepción —comentó <strong>El</strong> Maestro—, y eso me dice que no<br />

entiendes lo que pretendo. —Bajó la voz hasta convertirla en un susurro—.<br />

Créeme, me gustaría mucho más que la clave me la entregaras tú, que eres<br />

un hombre de Dios, y no él, que es un criminal, pero es que tengo que<br />

encargarme de él. Ha desobedecido mis órdenes y ha cometido un grave<br />

error que ha puesto en peligro toda la misión.<br />

Silas se estremeció y miró a Rémy de reojo. Secuestrar a Teabing no<br />

formaba parte del plan, y decidir qué hacer con él planteaba un nuevo<br />

problema.<br />

—Tú y yo somos hombres de Dios —susurró <strong>El</strong> Maestro—. Nadie puede<br />

desviarnos de nuestra meta. —Se hizo un largo silencio—. Ese es el único<br />

motivo por el que voy a pedirle a Rémy que me traiga la clave. ¿Entiendes?<br />

Silas notaba que <strong>El</strong> Maestro estaba enfadado, y le sorprendió que no<br />

fuera más comprensivo. «No había podido evitar revelar su rostro —pensó—.<br />

Rémy había hecho lo que había tenido que hacer. Había salvado la clave.»<br />

—Entiendo —se forzó a decir.<br />

—Bien. Por tu propia seguridad, debes bajarte inmediatamente de la<br />

limusina. La policía no tardará en ponerse a buscarla y no quiero que te<br />

pille. <strong>El</strong> Opus Dei tiene una residencia en Londres, ¿no?<br />

—Sí, claro.<br />

—¿Y te recibirían bien?<br />

—Como a un hermano.<br />

—Entonces ve y ponte a buen recaudo. Te llamaré tan pronto como esté<br />

en posesión de la clave y haya solucionado el problema que ahora tengo.<br />

—¿Está en Londres?<br />

—Haz lo que te digo y verás que todo irá bien.<br />

—Sí, señor.<br />

<strong>El</strong> Maestro suspiró, como si lo que tuviera que hacer le resultara<br />

terriblemente molesto.<br />

—Tengo que hablar con Rémy.<br />

Silas le pasó el aparato al mayordomo, con la sensación de que aquella<br />

llamada podía ser la última de su vida. Al cogerle el teléfono, Rémy pensó<br />

que aquel pobre monje no tenía ni idea de qué destino le aguardaba ahora<br />

que ya había cumplido con su propósito.<br />

«<strong>El</strong> Maestro te ha utilizado, Silas.»<br />

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