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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

se encontraban prácticamente en todas las gr<strong>and</strong>es ciudades del mundo. <strong>El</strong><br />

Opus era la organización católica con un mayor índice de crecimiento, así<br />

como la más sólida en términos económicos. Pero por desgracia, Aringarosa<br />

era consciente de que en tiempos de cinismo religioso, de idolatría y<br />

telepredicadores, la creciente riqueza de la Obra era blanco de sospechas.<br />

—Son muchos los que consideran al Opus Dei como una secta<br />

destructiva —le comentaban con frecuencia los periodistas—. Otros los<br />

tachan de sociedad secreta católica ultraconservadora. ¿Son alguna de esas<br />

dos cosas?<br />

—No, ninguna —respondía siempre el obispo sin perder la paciencia.<br />

Somos una Iglesia católica, una congregación de católicos que hemos optado<br />

prioritariamente por seguir la doctrina católica con tanto rigor como<br />

podamos en nuestras vidas cotidianas.<br />

—¿Incluye la Obra de Dios necesariamente los votos de castidad,<br />

pobreza y penitencia de los pecados mediante la autoflagelación y el cilicio?<br />

—Eso describe sólo a una pequeña parte de los miembros del Opus Dei<br />

—respondía Aringarosa—. Hay muchos niveles de entrega. Hay miles de<br />

miembros que están casados, tienen familia y viven la Obra de Dios en sus<br />

propias comunidades. Los hay que optan por una vida de ascetismo y<br />

enclaustramiento en la soledad de nuestras residencias. La elección es<br />

personal, pero todos en el Opus Dei compartimos la misma meta de mejorar<br />

el mundo haciendo la Obra de Dios. Y no hay duda de que se trata de toda<br />

una proeza.<br />

Con todo, la razón casi nunca servía. Los medios de comunicación se<br />

alimentaban normalmente de escándalos, y el Opus Dei, como cualquier<br />

gran organización, tenía entre sus miembros algunas almas descarriadas<br />

que ensombrecían los esfuerzos del resto del grupo.<br />

Hacía dos meses se había descubierto que un grupo del Opus Dei de<br />

una universidad del Medio Oeste americano drogaba con mescalina a sus<br />

neófitos para inducirles un estado de euforia que ellos percibieran como<br />

experiencia religiosa. En otro centro universitario, un alumno había usado el<br />

cilicio bastante más que las dos horas diarias recomendadas y se había<br />

causado una infección casi mortal. No hacía mucho, en Bostón, un pequeño<br />

inversor en bolsa desilusionado había donado al Opus Dei los ahorros de<br />

toda su vida y había intentado suicidarse.<br />

«Ovejas descarriadas», se compadeció Aringarosa.<br />

Claro que la mayor vergüenza había sido el juicio mediático contra<br />

Robert Hanssen que, además de ser un destacado miembro del Opus y espía<br />

del FBI, había resultado ser un pervertido sexual que, según se demostró<br />

durante las vistas, había colocado cámaras ocultas en su propia habitación<br />

para que sus amigos le vieran manteniendo relaciones sexuales con su<br />

esposa. «Cuesta creer que se trate del pasatiempo de un católico devoto»,<br />

había comentado el juez.<br />

Por desgracia, todos aquellos hechos habían propiciado la creación de<br />

un grupo de denuncia conocido como Red de Vigilancia del Opus Dei (Opus<br />

Dei Awareness Network, ODAN). En la popular página web del grupo,<br />

www.odan.org, se relataban historias escalofriantes de antiguos miembros<br />

que advertían de los peligros de integrarse a la congregación. Los medios de<br />

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