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El código Da Vinci - Colonial Tour and Travel

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<strong>Da</strong>n Brown <strong>El</strong> <strong>código</strong> <strong>Da</strong> <strong>Vinci</strong><br />

Robert Langdon; un sabio consejo, teniendo en cuenta que había descifrado<br />

el mensaje cifrado—. Por extraño que parezca —dijo Sophie—, creo que<br />

quería que yo viera la Mona Lisa antes que nadie.<br />

—Iré con usted.<br />

—¡No! No sabemos cuánto tiempo más va a estar despejada la Gran<br />

Galería. Tiene que salir de aquí.<br />

Langdon no parecía demasiado convencido, como si su propia<br />

curiosidad académica amenazara con imponerse a su sentido común y con<br />

arrojarlo de lleno en los brazos de Fache.<br />

—Vayase. Vayase ahora mismo. —Sophie le dedicó una sonrisa de<br />

agradecimiento—. Nos veremos en la embajada, señor Langdon.<br />

Langdon parecía contrariado.<br />

—Nos veremos con una condición —replicó con voz muy grave.<br />

Sophie se quedó un momento en silencio, sin saber qué decir.<br />

—¿Qué condición?<br />

—Que deje de llamarme señor Langdon y de hablarme de usted.<br />

A Sophie le pareció detectar un ligerísimo amago de sonrisa en el rostro<br />

de Langdon, y se descubrió a sí misma devolviéndole el gesto.<br />

—Buena suerte, Robert.<br />

Cu<strong>and</strong>o Langdon alcanzó el último rellano, al final de la escalera, le<br />

llegó un inconfundible olor a aceite de linaza y escayola. Delante de él, una<br />

señal iluminada que rezaba SORTIE/EXIT tenía una flecha que apuntaba a<br />

un largo pasillo.<br />

Langdon se internó en él. A la derecha apareció un oscuro taller de<br />

restauración poblado por un ejército de esculturas en distintos estadios de<br />

restauración. A la izquierda, Langdon vio una serie de salas que se parecían<br />

a las aulas de bellas artes de Harvard —con hileras de caballetes, lienzos,<br />

paletas, herramientas para enmarcar; una cadena de montaje artística.<br />

Siguió avanz<strong>and</strong>o por aquel corredor, con la sensación de que, en<br />

cualquier momento, podía despertarse en su cama de Cambridge. Todo lo<br />

que le había pasado esa noche se parecía mucho a un sueño raro. «Estoy a<br />

punto de salir a escondidas del Louvre... como un fugitivo.»<br />

<strong>El</strong> ingenioso anagrama de Saunière seguía rondándole la mente, y<br />

sentía curiosidad por saber qué encontraría Sophie en la Mona Lisa... si es<br />

que encontraba algo. Parecía muy convencida de que su abuelo lo había<br />

dispuesto todo de manera que ella fuera a ver el famoso cuadro una vez más.<br />

Por más lógica que resultara aquella visita, a Langdon le asaltó de pronto<br />

una angustiosa paradoja.<br />

«P. S. Buscar a Robert Langdon.»<br />

Saunière había escrito el nombre de Langdon en el suelo, inst<strong>and</strong>o a<br />

Sophie a ponerse en contacto con él. Pero ¿por qué? ¿Sólo para que le<br />

ayudara a resolver el anagrama?<br />

Le parecía poco probable.<br />

Después de todo, el conservador no sabía si se le daba bien o mal<br />

resolver anagramas. «Si ni siquiera nos conocíamos.» Es más, Sophie había<br />

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